Bulimia

25.09.2013 09:50

 

Bulimia

 

La bulimia se caracteriza por una secuencia de episodios de descontrol alimentario intensos seguidos por las llamadas conductas compensatorias inapropiadas.

Foto: Archivo El Litoral

DIARIO EL LITORAL DE SANTA FE https://www.ellitoral.com/

 

 

Luis Guillermo Blanco

La bulimia y la anorexia son enfermedades mentales relacionadas con la alimentación que, si bien presentan criterios diagnósticos diferentes y diversas actitudes y comprensión (o incomprensión) por parte de quienes las padecen, también tienen puntos en común: ambas importan conductas autoagresivas y autodestructivas indirectas estables y denotan un problema de identidad. Se requiere siempre una profunda evaluación diagnóstica a fin de determinar si se trata de dichas afecciones, o bien sus características no son sino una manifestación conversiva de una patología histérica o de algún otro cuadro psiquiátrico encubierto, que se expresa mediante síntomas propios de la bulimia y/o de la anorexia.

Estas dos patologías afectan primariamente a las mujeres, y en un porcentaje ínfimo, a los varones, habiéndose observado que estos últimos por lo regular responden a personalidad de base de tipo histérica, resolviendo así inconscientemente la angustia que les genera la imposibilidad de sostener una identidad masculina que el vínculo con una madre fálica y dominante les provoca. Algunos especialistas dicen que la anorexia incluye desde el inicio, o secundariamente, bulimia, por lo cual se habla de manifestaciones intermedias o del paciente anoréxico-bulímico, si no de anorexia buleiforme. Otros opinan que esta última representaría una primera fase (con control) de la bulimia.

La bulimia se caracteriza por una secuencia de episodios de descontrol alimentario intensos: atracones (casi siempre a escondidas o lo más disimuladamente posible y, por lo común, hipercalóricos, que provocan un gran sentimiento de culpabilidad y sensación de pérdida de control), seguidos por las llamadas conductas compensatorias inapropiadas (para evitar ganar peso), especialmente el vómito inducido, y recurrir a enemas, laxantes y diuréticos, o a ejercicios físicos muy intensos, efectuando dietas abusivas, ayunos o semiayunos más o menos prolongados entre los atracones. Todo esto con gran ansiedad y atendiendo a una preocupación excesiva por el peso corporal y el aspecto físico, temiendo a una gordura que muchas veces no existe, pues las bulímicas pueden ser discretamente delgadas u obesas, aunque la mayoría son monopeso y todas, sexualmente activas y sociables.

El ciclo de atracones y vómitos es devastador para la salud. Se altera el mecanismo de los electrolitos (minerales en la sangre y otros líquidos que llevan una carga eléctrica), se daña la mucosa del estómago y el esmalte dentario (por la acidez), pudiendo presentar alteraciones menstruales y llegarse a la rotura esofágica o gástrica, etcétera. La cantante Karen Carpenter murió debido a una intoxicación con Ipecac (un producto empleado para inducir el vómito), pues el alcaloide emetina (que forma parte de ese fármaco) le dañó irreversiblemente el músculo cardíaco.

La bulimia se inicia en la preadolescencia, en la adolescencia o en la primera etapa de la adultez. Puede desencadenarse por situaciones que las afectadas no han podido enfrentar y elaborar adecuadamente: la pubertad, las relaciones sexuales, la separación de la familia, etcétera. Como muchas bulímicas están avergonzadas de su conducta, en ocasiones no comienzan sus síntomas hasta los 30 ó 40 años. En 1985, Jane Fonda “confesó” a la revista Cosmopolitan que había padecido de una bulimia secreta desde los 12 hasta los 35 años, dándose atracones e ingiriendo laxantes hasta 20 veces por día. Frecuencia que, en más o en menos, es común en todas las bulímicas, quienes se sienten muy avergonzadas de su conducta e intentan ocultar los síntomas, pero se reconocen enfermas y concurren a la consulta por sí mismas (la anoréxica no se considera enferma).

Sin perjuicio de los factores orgánicos, los factores psicológicos para que se desencadene la bulimia son dirimentes, pues esta enfermedad responde a una etiopatogenia de tipo emocional, revelando fallas en la trama de sostén familiar y social, una lucha desesperada de la afectada por defender su frágil autoestima y su menguada competencia para llevar una vida autónoma. Las familias de origen de las bulímicas, anoréxicas y los obesos son a la vez sobreprotectoras y carenciantes, no permitiendo la individualización. El déficit afectivo es desplazado al alimento, y con el atracón intentan defenderse de las frustraciones de la vida, episodio penoso que es una frustración más, pues de él se sigue la desvalorización por no poder contenerse. Y el vómito pacificador las lleva a liberarse de lo “malo” que han hecho o de “lo indigesto” (el alimento puede simbolizar una intrusión materna), pudiendo alcanzar una dimensión adictiva y/o adquiriendo el carácter de rito purificador. Y el problema acerca de la identidad es expresado en una representación corporal (biológica, psíquica y social) deformada, defensiva y rígida, afincada en culpas generadas en la adolescencia (por poder gustar y seducir como mujer, siendo por ello objeto de envidia y rivalidad de la madre), que obsta al desarrollo de la personalidad, con tendencia a la depresión y aun al suicidio.

Reconocer este drama es básico para recuperar la capacidad de decidir, el amor al propio cuerpo y el control sobre la propia existencia.