JULIO CORTAZAR, EL JAZZMAN

30.10.2013 17:44

 

JULIO CORTAZAR, EL JAZZMAN

Julio Cortázar, el jazzman

 

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DIARIO EL LITORAL DE SANTA FE  https://www.ellitora l.com/ 

 

Nidya Mondino de Forni

“Los negros de allá de Norte América le gustaban, esas cosas nuestras no”, aseguraba su hermana. Aunque sabemos que al fin la nostalgia de Buenos Aires en Europa lo volvió al tango. Tocaba el clarinete, también el piano. Famosa es su foto tocando la trompeta y aquella confesión: “Sí, en verdad toco la trompeta, pero sólo como desahogo. Soy pésimo”. Su madre y una tía tocaban el piano a cuatro manos. Cuando su abuela lo llevó al Colón encontró, decía, “su primer amor”. Se trataba de la soprano italiana Claudia Muzzio en el papel de “Norma” de Bellini. En su casa de típica clase media, se escuchaban grabaciones de sopranos, tenores y barítonos italianos, alternando con las de su admirado Armstrong. Cortázar utilizó por primera vez la palabra “cronopio” en un artículo publicado en Buenos Aires Literaria (1952), comentando el concierto dado por “el Rey de Nueva Orleans” en el Teatro de los Campos Eliseos en París. Recordemos que los “cronopios”, para el escritor, son personajes de sus relatos presentados como criaturas ingenuas, desordenadas, idealistas, sensibles, poco convencionales.

Vargas Llosa describió la vivienda de Cortázar en París “...atiborrada de libros, reproducciones de cuadros, tarjetas, dibujos, una espectacular fotografía del famoso cantante y trompetista”. En “El argentino que se hizo querer de todos”, García Márquez refiere un viaje en tren de París a Praga junto con Carlos Fuentes y Cortázar, donde al preguntársele (a Cortázar) sobre la introducción del piano en la orquesta de jazz desarrolló por horas “una lección histórica y estética de increíble versación, rematada con una apología de Thelenious Monk”.

Aunque encontramos en sus obras oportunas y criteriosas alusiones a Bach, Brahms, Chopin, Albeniz, Fauré, Bartok, Berg, Schoemberg, Julián Aguirre, Carlos Guastavino... por su estilo literario, se identificaba más con el mundo del jazz, lo que se hace evidente en cuentos, artículos y páginas recordables. En “Rayuela” muestra sus afinidades con la música afronorteamericana...

En “La vuelta al día en ochenta mundos” inicia el recorrido por los diferentes mundos, transita por diferentes planetas, lugares de encuentro con otros seres que comparten los mismos principios de libertad creadora. Diálogos con “cronopios” del quehacer artístico: Lester Young (saxofonista), Charlie Parker, Clifford Brown (trompetista), Thelonious Monk (pianista) y otros músicos de jazz, fotógrafos, artistas plásticos, Gardel, bailarines, poetas, escritores... Su objetivo es desacralizar la literatura quitándole una visión distinta de la consabida, mediante efectos de improvisación y digresión repartidos a través de los ochenta mundos, lo que comienza, ya desde la inversión del título de la obra clásica de Julio Verne: “A mi tocayo le debo el título de este libro y a Lester Young la libertad de alterarlo sin ofender la saga de Phileas Fogg”. Julio Verne y el jazz se conjugan y dialogan en la escritura de Cortázar y su mundo.

Mas el Cortázar músico —el jazzman— está representado en “El Perseguidor”, donde relata la carrera de un músico de jazz compuesta de miles de momentos privilegiados producto de estupendas e irrepetibles improvisaciones, surgidas y desaparecidas de la medianoche a la madrugada, entre el humo de un Night Club de Nueva York, Chicago, París, Londres, Berlín... y afortunadamente salvadas del olvido por una cinta magnetofónica. “El Perseguidor” está dedicado “In memoriam de Ch. P.”. Se trata de Charlie “Bird” Parker, famoso saxo alto, extraordinario improvisador, que cambió con su música, en poco más de una década la historia del jazz en forma imparable, haciendo que las consecuencias de su gigantesca aportación sigan hoy tan válidas como entonces. El personaje de “El Perseguidor” es Johnny Carter (donde se reúnen el nombre y apellido de dos saxos memorables: Johnny Hodges y Benny Carter) quien, además del talento hereda aficiones de Ch. P., alcohol, drogas, escándalos, amoríos, suicidios... Genial y arbitrario: “Sus conquistas son como un sueño, las olvida al despertar cuando los aplausos lo traen de vuelta a él que anda tan lejos viviendo su cuarto de hora de minuto y medio”.

Un loco-místico que alterna sesiones memorables con tremendos estados depresivos, producto de la droga y que descoloca a Bruno (esto es a Cortázar), un crítico racional que está escribiendo sobre él. “Esto lo estoy tocando mañana”, dijo Johnny. Con el tiempo Bruno reconoce: “Se me llena de pronto de un sentido clarísimo porque siempre Johnny está tocando mañana y el resto viene a la zaga, en este hoy, que él salta sin esfuerzos con las primeras notas de su música” (...). “Todo crítico, ay, es el triste final de algo que empezó como sabor, como delicia de morder y mascar”, piensa Bruno, para descubrir que “uno es una pobre porquería al lado de un tipo como Johnny Carter”.

“Cada vez que me ha tocado revisar la traducción de uno de mis relatos he sentido hasta qué punto la eficacia y el sentido del cuento dependían de esos valores que dan su carácter específico al poema y también al jazz: la tensión, la pulsación interna, lo imprevisto dentro de parámetros previstos, esa libertad fatal que no admite alteración sin una pérdida irrestañable”. (J. Cortázar).

 

 

“Cada vez que me ha tocado revisar la traducción de uno de mis relatos he sentido hasta qué punto la eficacia y el sentido del cuento dependían de esos valores que dan su carácter específico al poema y también al jazz”, escribió alguna vez Cortázar.

Foto: Archivo El Litoral