Patoruzú

13.12.2013 22:56

LA ÉPOCA DE ORO



Mientras Patoruzú hace estragos en La Razón, Quinterno comienza a desarrollar la tira de Isidoro para el matutino El Mundo, narrando las andanzas humorísticas del típico chanta porteño, precursor del modelo que explotaría a la perfección el Avivato de Lino Palacio.


Si Quinterno no hubiera creado el primer sindicato de historietas argentino, Isidoro habría quedado relegado al oscuro anonimato de los personajes de segunda. Pero al tomar Quinterno dominio intelectual y económico sobre sus criaturas, se producen serias desavenencias con La Razón, que desembocan en el alejamiento definitivo de Patoruzú de mencionado vespertino.


Es así como en Diciembre de 1935, Patoruzú recala en El Mundo, tomando el espacio que ocupaba Isidoro. A partir de ese momento, Patoruzú penetra en su época dorada gracias al estilizado estilo de su autor, poseedor de una expresividad gestual simple y limpia, un excelente diseño de personajes y un vibrante pulso narrativo apegado a la deformación caricaturesca pero de profunda aplicación dramática.


Simultáneamente, los argumentos se desprenden de la humorada diaria para encarrilarse en el terreno de la aventura seriada, con el adecuado toque costumbrista, la exageración cuasi-superheroica y algunos ejemplos de grandilocuencia épica que la serie no abandonará jamás.


Es en este fértil terreno donde germinan las más logradas aventuras del cacique y su particular galería de personajes secundarios. Ya de entrada nomás reaparece Isidoro, (ahora) regente de un circo, que termina apadrinando al indio antes de ganar su apellido definitivo (Cañones) y su carácter aprovechador y mezquino, pero de buen corazón, que lo elevara como eterno playboy de la noche porteña.


Para 1937, Patoruzú resulta ser un poderoso terrateniente, y allí aparece una y otra vez el capataz Ñancul para ratificar las posesiones estancieras de Patoruzú. En la misma aventura debuta Upa, hermano menor del indio, condenado a estar encerrado en una cueva por haber nacido deforme y sietemesino, sin gritar ¡Huija! Al ver la luz. Al mismo tiempo nos enteramos del origen egipcio de la familia Patoruzek, cuyos ancestros resultan ser el Faraón Patoruzek I y la princesa Napata, Patora la Tuerta, arribados a la Patagonia tras una peculiar batalla a orillas del Nilo.


El año 1938 presencia el arribo del caballo Pampero, fiel flete del cacique; y de la Chacha Mamá, ama ´e leche del indio, famosa por sus pocas pulgas, sus empanadas y la eterna pipa al estilo Popeye. El último ingreso se produce recién en 1959, con la llegada de Patora, hermana del indio, tan enamoradiza como fulera.


En este periodo, Patoruzú alcanza la cima. Una página a color en la revista Mundo Argentino durante 1936; revista propia en Noviembre de ese año y un segundo título en Enero de 1956; un dibujo animado para cine en 1942; el desprendimiento de Patoruzito en 1945 y la fracasada edición yanki de Adventures of Patoruzú por Green Publishing Co. durante 1946, triste aventura solventada por el abundante merchandising y empleo propagandístico que aprovecho la figura más popular del cómic argentino de aquellos años.

 

 

UN CACIQUE ABANDONADO

 





Desde entrados los años ´80, Patoruzú vive en el limbo. Sus historietas (junto con las de Patoruzito e Isidoro) han dejado de producirse, aunque su revista permanece estoicamente en los kioscos. Y esto se debe a la decisión de la editorial de reciclar permanentemente las viejas aventuras, retocando algún dibujo y reemplazando aquellas frases o palabras que entraron en desuso por sus actuales equivalencias. Cambios posibles de realizar gracias a la atemporalidad que reina en el mensaje moralizante que decantan las historias.


Ni aún cuando Patoruzú cumplió 60 años (1988) ni al ser elegido mascota oficial argentina de América ´92 (evento internacional que festejaba el Quinto Centenario del Descubrimiento de América) el cacique fue relanzado con nuevos bríos o recopilado en algún volumen especial, dos elementos que Patoruzú viene necesitando para insertarse definitivamente en la historieta nacional de los ´90.


Durante estos últimos años, Patoruzú revivió de la mano de otros historietistas, que hicieron suyo el universo desarrollado por Quinterno. Un poético Rep rescató a Isidoro en la serie El Recepcionista de Arriba; el Suplemento Oxido de la Fierro le dedico un especial en el que Leonardo Arias, Vides, La Máscara, Wolf, Joche, y Ottoyonsohn trajeron del olvido a Patoruzú, Ñancul y la Chacha; un Podetti ácido y bizarro llevó al eterno playboy porteño a las playas marplatense en las páginas de Cóctel; y los ultraviolentos Cazadores mataron y revivieron al cacique mientras drogaban de lo lindo a Upa. En el ramo "oficial", Landrú y Edgardo Russo desarrollaron una propuesta para revitalizar a Isidoro, incluyendo una nueva revista en formato comic-book a todo color, que hasta el momento no prosperó. Una pena.


No sabemos si se debe a las peculiares vueltas del destino o a un empecinamiento editorial, pero lo cierto es que Patoruzú parece destinado a morir con su padre, Dante Quinterno. Si hay alguien en la creación capaz de adaptarse a las situaciones, sobreviviendo en el límite, es el argentino. Y Quinterno hizo de Patoruzú la encarnación viva del exaltado imaginario nativo. Por eso habrá Patoruzú para rato. ¡Huija, canejo, chei!.