LAS VERTIENTES INDIAS

 

 

PARA SABER QUIÉNES SOMOS.

 

Las vertientes indias.

 

¡Viene de tantas vertientes! Por orden de aparición, primero es el indio. Pero acá hay que hacer varias salvedades. Porque en nuestro país el indio ha dejado huellas en los ojos y en la piel de los habitantes de algunas comarcas, pero no ha dejado marcas culturales profundas, como ocurre en Bolivia, Perú o México. En general, nuestros indios eran míseros, primitivos: apenas unas tribus nómadas en la pampa o islotes humanos más o menos sedentarios en el Norte y el Noroeste; y en el Litoral, clanes vinculados al orbe guaraní.
Es que el Incario extendió teóricamente su poder a la que hoy es el Norte argentino, pero no tuvo tiempo -o interés- en estructurar política y económicamente las poblaciones aborígenes de esa región, demasiado alejada del centro imperial. En La Rioja Y Catamarca quedan huellas del "Camino del Inca", en Tucumán y Jujuy restos de arcaicos "pucarás": pero el formidable experimento humano de los incas no tuvo vigencia aquí. De ellos, el aporte más importante es el idioma quechua (que no trajeron los indios sino los españoles) todavía usado en Santiago del Estero, que ha dejado en el habla de la región ese suave susurro silbado que seduce a los forasteros.
Otra aclaración indispensable: uno dice "los indios" como si se tratara de una misma raza. Naturalmente no era así. Entre los comechingones de Córdoba y los abipones del Chaco o los onas de Tierra del Fuego había tantas diferencias como puede haberlas hoy entre suecos y sicilianos, entre romanos y escoceses. Lo que ocurre es que resulta difícil imaginar semejantes variantes étnicas en pueblos cuya estereotipo ha quedado único para nosotros, sus remotos descendientes. Pero basta recitar algunos toponímicos para advertir que las diferencias partían desde el lenguaje. Dígase "Humahuaca", "Purmamarca", "Cochangasta", "Andalgalá" y después dígase "Caá-Guazú", "Yapeyú", "Curuzú-Cuatiá" o "Mandisoví". No hace falta más para advertir el mosaico lingüístico y étnico que formaron los primitivos pueblos indígenas en el actual territorio argentino.
Lo cierto es que los indios recibieron el impacto español y se adaptaron como pudieron a esa nueva realidad. En algunos casos pelearon brava y desesperadamente: los quilmes de Tucumán y Catamarca son un ejemplo de valor frente a los conquistadores. En otros casos, como el de las guaraníes, se sometieron y colaboraron de buen grado con sus conquistadores, al punto de prestarse a crear una curiosa organización social en las misiones establecidas por los jesuitas.
Otras veces los aborígenes se adaptaron gradualmente a formas de vida marginales, fronterizas, como las que se dieron al sur de Buenos Aires; los pampas adquirieran todos los vicios de los españoles y criollos, y con el correr del tiempo hasta sus enfermedades Y el gusto por el alcohol, el juego y la rapiña. En el Noroeste, los indios, más mansos y laboriosos, consiguieran sobrevivir en enclaves propios -los laguneros sanjuaninos y los pobladores de los valles riojanos y catamsrqueños- con su propia organización ancestral: en La Rioja todavía se recuerda el casa de aquel Salvador Aballay, mandón de los vichigastas, que se fue a pie a reclamar justicia a la Audiencia de Charcas porque su encomendero, don Febpe de Luna y Cárdenas, quería transferir su encomienda a un hijo natural. Cuando el indio le ganó el pleito, mi antepasado -dicen- murió de rabia... Los pobladores de esos enclaves serían, andando los siglos, los proveedores de material humano a las caudillos de las montoneras.
Me fascina pensar cómo seria la relación entre indios y españoles. ¿Cómo se sentirían los aborígenes, desplazados por esos seres incomprensibles y poderosos que eran sus conquistadores? En una de sus Crónicas Marcianas, relata Ray Bradbury la historia de unos chicos terráqueos instalados con sus padres en Marte, que querían ver marcianos. No los ven nunca porque los marcianas han muerto hace mucho tiempo; pero un día que los chicos se bañan en un río de Marte y sus rostros se reflejan en el agua, el padre les dice: "¿Ven? Aquí tienen a los marcianos..." Me pregunto en que momento las españoles se habrán dado cuenta que para ellos eran los indios, los habitantes auténticos de las Indias. 0 en qué momento las indios habrían advertido que habían dejado de ser los señores de la tierra para ser, apenas, servidores de sus invasores.
Pero hay que reconocer la siguiente: a fines del sÍglo XVIII, es decir, cuando ya empesaban a percibirse los síntomas del estallido de1810, la población indígena del actual territorio argentino estaba en un Statu Quo relativamente cómodo y pacífico. Descontando, claro, a los que estaban del otro lado de la frontera, con los que se mantenía un estado de desconfianza recíproca: las Pampas, los del Chaco, por ejemplo. El resto se babia integrado de manera bastante rasonable o subsistía en sus enclai:es, con sus propios mandones y sus propias tradiciones, sociales ylas religiosas, drásticamente sustituidas par el cristianismo.

TEXTO DEL HISTORIADOR ARGENTINO FELIX LUNA.

 

NOTAS: Ver también LOS ABORÍ GENES

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