RAÍCES DE LA ARGENTINIDAD

 

 

Raíces de la argentinidad 


Se estima que el 90% de la población actual de la Argentina es descendiente de inmigrantes, mayoritariamente europeos.

La llegada al país de diversas olas migratorias obedeció a causas muy diversas, que van desde persecuciones religiosas como es el caso de los galeses y de los judíos de Rusia, hasta el hambre, las guerras. Muchos campesinos vinieron para evitar la inexorable proletarización a que los conducía la Revolución Industrial.

Esto en lo que se refiere a la emigración masiva, pero también es posible hablar de una emigración de élite, que numéricamente ha sido insignificante pero cuyas consecuencias sociales han sido trascendentes, con la llegada de profesionales e intelectuales tales como educadores, escritores, médicos, arquitectos, ingenieros, etc.

Un capítulo aparte lo constituye la emigración forzada, que fue la padecida por los negros esclavos traídos del Africa. En las últimas décadas de la colonia eran el 30% de la población, al finalizar el siglo XIX, se había reducido al 2%. Había sido un lucrativo e inhumano negocio, al que se dedicaron personajes como el Virrey Santiago de Liniers y su hermano. La lenta desaparición de los negros por causas que van desde epidemias hasta las guerras, asi como el mestizaje con los indios y los blancos -aunque esas uniones no fuesen "oficiales"-, deberían ser temas de otro estudio, pero no hemos querido pasar por alto una realidad que hace a la Argentina y que por lo tanto es también parte de nuestra identidad.

Lo cierto es que hace poco menos de 100 años, en la ciudad de Buenos Aires, de una población de 1.232.000 habitantes sólo el 54,5% eran argentinos. Del total de extranjeros, el 22,4 % eran italianos, el 14,2 % españoles, el 2,9 % americanos, 2,1 % de franceses y 1,1 % de origen ruso, tal como se desprende del censo de 1909.

Esas masas migratorias, que habían comenzado a llegar a partir de la segunda mitad del siglo XIX, estuvieron primero integradas por campesinos que venían a colonizar los extensos territorios de la Pampa Húmeda y otras regiones del país.

El proyecto agroexportador significó, además, la necesidad de obras de infraestructura, de caminos, vías férreas y la construcción y el trabajo en las terminales portuarias, por lo que nuevas olas de inmigrantes, integradas ahora por obreros y personas con dominios de muy variados oficios, comenzaron a darle su perfil a la Argentina.

En los trabajos menos remunerados -cocineros, lavanderas, estibadores, albañiles, peones, sirvientas- la relación de extranjeros respecto a la de argentinos era de 6 a 1. De ahí deviene la falsa idea de que los inmigrantes fueron únicamente gente pobre que buscaba simplemente trabajo, o de campesinos que venían por las tierras de laboreo.

Se debe considerar que los grandes conflictos europeos como la Guerra Civil en España, la asunción del poder por el fascismo en Italia y el nazismo en Alemania y la persecución de grupos religiosos y adversarios políticos, entre otros factores, también produjeron la llegada de intelectuales, artistas, escritores, actores, músicos, que continuaron enriqueciendo el panorama cultural de la Argentina.

En años más recientes, en especial en las décadas del '60 y del '70, ese flujo inmigratorio que ha sido constante en toda la historia del país, se nutrió de latinoamericanos, mayoritariamente de Chile, Uruguay, Bolivia, Perú y Paraguay, atraídos por las oportunidades de trabajo y de progreso que aquí se ofrecían, al margen de los avatares políticos vividos en esas décadas signadas por gobiernos autoritarios.

Un extenso territorio necesita de personas. Por eso fue que Bernardino Rivadavia creó en 1824 la primera Comisión de Inmigración, cuya finalidad era atraer y organizar la llegada de europeos para poblar la naciente República. Pero también consideró que el aumento de la población era para el Estado "su primera y más urgente necesidad después de la libertad" y "el medio más eficaz de destruir las degradantes habitudes (sic) españolas y la fatal graduación de castas, y de crear una población más homogénea".

La idea de Rivadavia también implicaba la tolerancia religiosa y el respeto a las ideas de los inmigrantes. Pero luego cierta desconfianza hacia todo lo extranjero -por no decir xenofobia- del gobierno de Juan Manuel de Rosas, bloqueó la llegada de inmigrantes al país.

No fue sino hasta 1853 que las ideas de Rivadavia comenzaron a concretarse, expresadas en la letra y espíritu de la Constitución Nacional donde se le garantizaban los derechos "a todos los hombres de buena voluntad que quisieran habitar el suelo argentino".

En 1865 a bordo del velero Mimosa se produjo uno de los primeros arribos masivos de inmigrantes con la llegada a la Patagonia del primer contingente de galeses. Venían huyendo de las persecuciones de que eran víctimas en el Reino Unido por razones religiosas. Fueron pioneros en la colonización agraria en el país.

La de los galeses fue una gran empresa que utilizó el arado en lugar de la carabinas Remington, la convivencia con los aborígenes tehuelches y mapuches antes que las expediciones punitivas en tolderías y el trabajo organizado en cooperativas.

A partir de entonces y, con diversos altibajos, fueron llegando inmigrantes de otras colectividades. La historia de los judíos en Entre Ríos está entre una de las más conmovedoras, así como también la de los italianos del Veneto en Santa Fe y el Chaco, por mencionar apenas algunas.

Pero no todos compartían las mismas ideas sobre la colonización. Por ejemplo, cuando el presidente Bartolomé Mitre envió en 1863 el proyecto para aprobar la colonización galesa en la Patagonia, en el Senado la idea tuvo 21 votos en contra y solo 5 de aprobación. El senador Félix Frías pronunció una encendida diatriba: "Yo vengo, sin embargo, a oponerme resueltamente a la introducción de los extranjeros que pretenden colonizar el territorio de la Patagonia". El doctor Rawson, ante la oposición del Senado, tuvo que echar mano a la Ley Nacional de Tierras de 1862, que establecía un régimen de colonización y que le daba al asentamiento de los galeses el marco legal requerido por la Constitución.

"Sarmiento y Alberdi pese a sostener que gobernar es poblar, no estaban muy de acuerdo en traer inmigrantes judíos como tampoco italianos, españoles o asiáticos. Preferían los de tipo anglosajón, porque a su juicio eran quienes tenían mayor habilidad mecánica, hábitos de ahorro, capacidad de trabajo y respeto por la autoridad", dice la historiadora Hilda D'Alesandro.

Sin embargo, el presidente Julio Argentino Roca, por medio de un decreto, invitó en 1881 a que los judíos rusos se establecieran en el país.

En 1889, los primeros 825 judíos que integraban 130 familias procedentes de la Rusia zarista, donde eran brutalmente perseguidos, arribaron a la Argentina a bordo del vapor "Wesser". Al llegar a Santa Fe nadie los ayudó, pasaron hambre, muchos niños murieron y otros estaban famélicos y sin esperanzas, hasta que la Alliance Israélite Universelle se interesó por ellos y gracias a las gestiones del Barón Mauricio de Hirsch, pudieron obtener tierras y mejorar su situación.

En 1876, bajo el gobierno de Nicolás Avellaneda, se promulgó la Ley de Inmigración, tendiente a organizar la llegada de inmigrantes y con la idea de hacer más atractivo el interés de los europeos por venir al país. La ley contenía algunas restricciones. Por ejemplo, una mujer sola con hijos menores era clasificada como "mendiga" y se le podía negar la radicación. Los de más de sesenta años eran también infractores y se los devolvía a su país de origen.

Lo cierto es que la inmigración bien puede ser definida como una gran epopeya vivida por grandes grupos humanos de muy diversos orígenes, con sus historias, anhelos y deseos; de personas que debieron luchar no sólo para ser aceptados e integrarse a la nueva tierra, sino que debieron sortear muchos impedimentos.

En cada una de esas personas siempre hubo una historia que conmueve, que nos invita a reflexionar sobre el sentido que tiene el verse obligado a dejar la tierra de nacimiento para ir a descubrir otros mundos y aprender otra cultura.

Hoy, en un momento en que tantos argentinos se han convertido a su vez en inmigrantes que se esparcen por Europa y los Estados Unidos en la misma búsqueda que animó a sus antepasados, este número especial de Fotomundo es un pequeño intento por hurgar en aquel tiempo tan lejano y próximo a la vez, que nos da una identidad como país.

No pretendemos plantear interrogantes ni dar respuestas, al menos desde nuestra modesta posición de editores de fotografía, sino permitir que cada uno de nuestros lectores descubra y exprese de por sí la idea y el significado que tiene sobre un tema tan trascendente.
Hemos dividido esta realidad en dos capítulos fundamentales, uno que hace referencia al presente y otro basado en las fotos que muchos de nosotros guardamos como verdaderos tesoros, las cuales nos ponen ante la evidencia de que un país se construye en base al trabajo y las convicciones de sus habitantes.

Sólo nos resta agradecer este esfuerzo compartido por todos los lectores de ponerle imágenes a los orígenes de nuestra identidad

Los Editores
 

Bibliografía

James Scobie, "Buenos Aires, del Centro a los Barrios".
A. Becquer Casaballe, "Los galeses en Chubut", Fotomundo 244 (agosto 1988).
 
Gregorio A. Caro Figueroa, "Los que vinieron", Todo es Historia, Nº 398.
 
Magdalena Insausti, "Hotel de inmigrantes", Todo es Historia, Nº 398.
 
Hilda D'Alesandro, "En busca de la tierra prometida", Todo es Historia, Nº 398.
 

Del sitio: https://www.fotomundo.com/galeria


ARGENTINA: TIERRA DE ESPERANZA