EXPLORACION DE RUTINA

 

 

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EXPLORACIÓN DE RUTINA

raulcelsoar — 16:34

EXPLORACION DE RUTINA


 

(Cuento)

  

Desde muy pequeña ya había advertido que se sentía distinta, diferente a sus compañeras, tan uniformadas y disciplinadas ellas, organizadas y conformes; tan virtuosas, trabajadoras silenciosas e incansables, y obedientes sobre todo. No es que ella las cuestionara o que no supiera valorar los logros evidentes de la comunidad; tenía que aceptar, que el orden del conjunto era la base de la armonía  y el confort de que disfrutaban. La seguridad social y la justicia, afloraban aún sobre otros tantos logros que disponían copiosamente.


 

Así y todo, se fue definiendo como una criatura analítica, razonando hasta sin querer, sobre diversos temas, viéndolos al derecho y al revés, buscando una forma de mejorar todo aquello, aunque fuera en los detalles. Meditar estaba en sus vísceras, no podía evadirse ni aún que tratara, lo hacía naturalmente, sin dejar sus tareas ni menguar el paso, que la jornada le exigía como a todas, obreras o ejecutivas. Hubiera  querido soñar, volar, imaginar otros mundos, otros seres, otras formas de vida.


 

Veía que a las demás, todos esos temas las tenían sin cuidado. Nunca un cuestionamiento, ni una queja o al menos una propuesta, ni siquiera un comentario. Llegó a creer que era la única que tenía la capacidad de razonar, de tener un deseo, de sentir el dulzor de un sueño.


 

Echaba sobre sus espaldas la pesada carga, y como cualquiera, emprendía el sendero ondulante, sinuoso, llano por tramos, áspero, bordeado por tallos retorcidos, hojas cortantes, raíces salientes, a veces tan grandes que había que treparlas y sortearlas con gran esfuerzo, conservando intacta la carga. Otras veces eran enormes grietas o zanjas, y todo tipo de suelo y fuertes solazos o ventarrones que pugnaban por arrastrarlas. 


 

No era nada fácil, ni para ella ni para las demás. Apenas descargadas, volver a salir en busca de más provisiones, materiales o materia prima. Una vez más el transitado sendero. Eso no era todo, la jornada era larga, interminable, de sol a sol. Solidarias y socialmente formales, eran cuidadosas en sus relaciones comunes, y se reconocían y saludaban reverentes, al cruzarse con las compañeras que regresaban, invariablemente por el mismo sendero. A veces  encontraba esta ceremoniosa costumbre algo cansadora, ya que debían repetir el saludo cientos y miles de veces en una jornada. Se sumaba el riesgo de extraviarse si perdían contacto con la fila; máxime cuando designaban algunas en una misión exploratoria, en áreas desconocidas, siempre buscando nuevas fuentes de aprovisionamiento.


 

Esta tarea era por lejos, la más peligrosa, arriesgada, y la más exigente; podía tocarle a cualquiera, ya que no había diferencias ni era de esperarse privilegios o favores, y menos aún, que advirtieran en una cualidades o vocaciones, ya que  supuestamente nacían y crecían iguales, casi clonadas una de otras. Ella estaba convencida de ello. Quizás la conclusión era que se podía vivir, con un poco menos de sacrificio, con más reconocimiento, y más espacio para un desarrollo individual, que despertara la creatividad, las artes y el esparcimiento, sentirse individuos, obtener logros personales y poder volar con la imaginación, sin que fuera considerado un pecado social.


 

Le tocó un día nublado, en que era más difícil ubicarse cardinalmente; pero estaba acompañada por un pequeño grupito de compañeras, en las que confiaba solidariamente. Iba adelante. Dejando el sendero conocido doblaron a la izquierda, luego a la derecha, y otra vez a la izquierda;  siempre buscando la tierra prometida  de la ansiada abundancia. Las demás registraban memoriosamente, el mapa para el camino del regreso.


 

El entorno cambiaba gradual. o abruptamente, ello no conseguía distraerlas del objetivo, que era cumplir con la misión encomendada, aún que esta vez se habían alejado mucho más de lo habitual. Los pastizales crecían tan altos que hacía rato no veían el cielo, y el suelo se había convertido en una  pendiente trabajosa y empinada. En la cima una larga  barrera a pique, infinita y alta, les cerraba el paso.


 

Pero no habían llegado hasta allí para detenerse en un obstáculo, por más intimidante que fuera. Empleando su fuerza proverbial y sus cualidades físicas  sorprendentes, una a una treparon y treparon con todo esfuerzo, pero como si fuera lo más natural, hasta llegar a la cima. Arriba se sorprendieron de algo que jamás habían visto. Un piso liso, una franja metálica,  pulida como un espejo, mucho más ancha que uno de sus senderos y tan largo que se perdía en el lejano horizonte.


 

Para su percepción del mundo, para su visión de pequeñas hormigas cortadoras, por más exploradoras que fueran esta vez, aquello las desconcertaba. Se miraron entre sí, y comenzaron a temblar, cuando aquel riel de la vía tembló, anunciando la  inminente llegada  de un tren. Y menos pudieron saber, que estaban justamente enfrente, de una de sus estaciones. El temblor iba creciendo y a lo lejos una silueta frontal crecía vertiginosamente.


 

Sin saber que hacer, las demás retrocedieron llenas de pánico, mientras ella permaneció heroicamente en su puesto, quizás inconsciente del tamaño y la contundencia del peligro, que se cernía sobre ellas. El monstruo se acercaba gimiendo y resoplando, como un gigantesco dragón de acero.


 

El tren mermaba su andar, mientras se arrimaba cada vez más lento, entre nubes de vapor blanco y bocanadas de humo negro. Iba a aplastarlas inexorablemente. La hormiguita levantó una de sus patitas para defenderse, cuando la gigantesca rueda le llegó encima, y hasta pudo verse reflejada un instante, en el espejado rodamiento redondeado. Vio su patita chocar con ella; justo en el momento en que el tren se detenía; aunque permaneció bufando, como si jadeara por el esfuerzo…


 

 Sugestión o engaño, desde donde estaban, todas creyeron ver lo mismo.


 

Asistieron a cómo su valiente compañera, enfrentó al monstruoso y gigantesco aparato y lo detuvo, con sólo levantar una patita.


 

La aclamaron con auténtico entusiasmo, y locas de alegría se volvieron a contar el milagro, y cantando la llevaron de vueltas en andas por el sendero que llevaba al hormiguero.


 

En poco tiempo todas supieron de su heroísmo, y fue declarada ilustre con todos los honores. La reina quiso que le contara una y otra vez de su proeza, que corroboraban sus compañeras de hazaña,  incluidas en el aura de gloria que envolvía desde ahora a la pequeña heroína, que se cubrió con un manto de laureles.


 

Logró al fin ser considerada distinta, diferente, como ella presentía ser, desde que tuvo uso de razón, desde cuando era horminiña…


 

También despertó en otras, sentimientos e intereses contrarios. Algunas se encolumnaron con una, que pronto mostró su disgusto, por la distinción que prodigaba el hormiguero, a este nuevo paladín que surgió, seguramente por un golpe de suerte…Era cuestión de encontrar la forma de desenmascararla, de quitarle el halo que le habían entronizado…No era nada natural, ni podía aceptarse así como así, que alguna se destacara de las demás.


 

Confabuladas llegaron a las vías y esperaron una y otra vez, una nueva arribada del tren a aquella estación, ya que de golpe habían aprendido a deducir, aprendido a pensar, bien o mal, apuradas por la imprevista competencia del odioso destacarse de una semejante; y eso les hizo comprender aproximadamente, como  funcionaría aquello. Ahora sospechaban que el monstruo por más terrible y gigante que haya sido, se había detenido porque debía detenerse y no por la fuerza ni el coraje de la nueva y famosa vedette. Iban a demostrarlo y destronarla, o quizás podrían luego usarlo, para igualar el mérito y los honores, que ella había alcanzado.


 

 En el mismo escenario se repetía la escena, y sintieron también temblar el riel, lustroso y brillante contra el sol de la tarde, y también vieron la oscura silueta agrandarse entre nubes de humo y vapor, rugiendo como un dragón encabritado.


 

Era una visión del averno, aterradora, imposible desde sus pequeñeces  de hormigas, no sentir pavor; pero ya conocían el truco, y contaban con que el tren se detendría allí, frente a la estación, donde incluso veían vagamente, fuera de foco, gente en movimiento que esperaba.


 

Detrás, una pequeña multitud había tomado posiciones en la lisa ruta de acero, para contemplar el evento, y aclamaban alentando a los nuevos líderes que surgirían en unos instantes. La comunidad de iguales de aquel hormiguero, se estaba despertando, y quizás todo comenzaría a convulsionarse, a partir de aquella gesta de la que eran históricas testigos.


 

Vieron acercarse más y más la temible rueda delantera, mil veces más grande que todas ellas; y aún sabiendo el truco, mostraban el valor de su estirpe, y también vieron que el avance se iba frenando, que el monstruo se detenía, tal como habían calculado.


 

Pero para el tren, metro más o metro menos era lo mismo, no importaba ninguna precisión, el andén era largo, y esta vez paró unos metros más adelante, quizás cinco o seis; pero bastaron para consumar, una involuntaria masacre hormiguística…


 

Nadie corrió, ni se escucharon sirenas ululantes; ni la gente que se agolpaba en el andén, ni la que desocupaba los vagones, ni la que aguardaba para abordarlos, nadie escuchó nada. Nadie advirtió la tragedia que acababa de ocurrir, a pocos pasos de ellos…


 

Sólo se salvaron dos o tres hormiguitas, coloradas y temblantes, que apenas pudieron encontrar el sendero y volver al hogar, donde llorosas y apesadumbradas, contaron del triste final de estas nobles y valientes compañeras, que, aunque equivocadas, trataron de demostrar una arriesgada teoría, que costó tantas vidas al convulsionado hormiguero…

 Después del luctuoso suceso, la afortunada heroína fue más aclamada que nunca, ya que su mérito era ahora indiscutible….

  FIN

 

 

Celso H. Agretti

Avellaneda, Sta.Fe

12/05/2009