LUTERANISMO

 

Luteranismo

1   INTRODUCCIÓN

Luteranismo, denominación que recibe la doctrina aceptada por la principal comunidad vinculada al protestantismo, cuyos orígenes como movimiento se remontan al siglo XVI, cuando Martín Lutero (del que recibe su nombre) enunció sus principios básicos, germen a su vez de la llamada Reforma protestante.

Lutero, monje agustino y catedrático de Teología Bíblica de la Universidad de Wittenberg desde 1512, asumió como objetivo básico de su vida la reforma de la Iglesia cristiana de Occidente. Tras ser excomulgado en 1521 junto a sus seguidores por el papa León X, el luteranismo tuvo que desarrollarse a partir de la creación de iglesias nacionales independientes, precipitando así la ruptura de la unidad del cristianismo occidental. Lutero deploraba el término “luterano”, por lo que en un principio esta comunidad se llamó Iglesia evangélica de la Confesión de Augsburgo o Iglesia evangélica. Los luteranos escandinavos adoptaron los nombres de sus respectivos países para denominar sus iglesias (por ejemplo, Iglesia de Suecia). Como resultado del activo movimiento misionero que protagonizó durante los siglos XVIII y XIX, el luteranismo se convirtió en una comunión de alcance mundial y en la actualidad es la confesión protestante más importante del planeta, profesada por aproximadamente 80 millones de personas.

2   DOCTRINA Y PRÁCTICAS

El luteranismo proclama la autoridad definitiva de la Palabra de Dios (según aparece en la Biblia) en materias de fe y vida cristiana, y señala a Cristo como la clave para la comprensión de las Sagradas Escrituras.

2.1   Salvación por la fe

La salvación, según la doctrina luterana, no depende del mérito o de la virtud de los hombres sino que es un regalo inmerecido de la gracia soberana de Dios. Todos los seres humanos son considerados pecadores y, como consecuencia del pecado original, son esclavos del mal e incapaces de contribuir a su liberación (doctrina del mal radical). Los luteranos sostienen que la fe, entendida como la confianza en el amor inquebrantable de Dios, es la única forma apropiada que los individuos tienen para responder a la iniciativa de salvación por parte de Dios. De esta forma la “salvación sólo por la fe” se convirtió en el característico, y polémico, estandarte del luteranismo. Sus adversarios sostenían que esta opinión no hace justicia a la responsabilidad cristiana de practicar buenas obras, aunque los teólogos luteranos respondieron que la fe debe hallarse viva en el amor y que las buenas obras emanan de la fe igual que un buen árbol produce buenos frutos.

2.2   Culto

La Iglesia luterana se define a sí misma como “la asamblea de creyentes entre los que se predica el Evangelio y se administran los santos sacramentos según el Evangelio” (Confesión de Augsburgo, VII). Por lo tanto, la Biblia fue considerada el núcleo fundamental del culto luterano y los sacramentos quedaron reducidos al bautismo y a la eucaristía, en tanto que, según la interpretación luterana de las Sagradas Escrituras, son los únicos que fueron instituidos por Cristo. El culto se celebraba en las distintas lenguas autóctonas (conocidas por el pueblo, que no hablaba, en cambio, el latín, lengua oficial de la liturgia católica) y se destacaba la predicación en el oficio divino. El luteranismo no cambió de forma radical la estructura de la misa de la edad media, pero la utilización de las lenguas vernáculas realzó la importancia de los sermones, que se basaban en la exposición de las Escrituras, y, asimismo, estimuló la participación comunitaria en el culto, en especial a través del canto de la liturgia y de los himnos. El propio Lutero escribió muchos de estos últimos, que alcanzaron gran popularidad.

En la celebración luterana de la eucaristía el pan y el vino son recibidos por todos los comulgantes, mientras que los católicos permitían el vino sólo a los sacerdotes. A diferencia de otros grupos protestantes, en particular los anabaptistas, los luteranos proclaman la presencia física real de Cristo “en, con y bajo” los elementos del pan y el vino en la eucaristía, creencia que defienden por la promesa que el propio Jesucristo hizo en la institución de la Sagrada Comunión cuando dijo: “Este es mi cuerpo” y “Esta es mi sangre” (Mt. 26, 26-28).

2.3   Bautismo

El luteranismo insiste en la práctica tradicional del sacramento del bautismo infantil para que la gracia de Dios ilumine al recién nacido. En su opinión, el bautismo significa amor incondicional de Dios, que es independiente de cualquier mérito intelectual, moral o emocional por parte de los seres humanos.

2.4   Vida cristiana

Para el luteranismo los santos no constituyen una clase superior de cristianos, sino que también son pecadores salvados por la gracia a través de la fe en Jesucristo; todo cristiano es, a la vez, santo y pecador. La doctrina luterana del sacerdocio de todos los creyentes está relacionada con el bautismo, por el que todos los cristianos, hombres y mujeres, se convierten en ministros de Dios, sirviéndole durante toda su vida a partir de sus actividades personales, entendiendo que todas ellas brindan las mismas opciones al conjunto de los fieles. La misión de pastor posee un valor especial, basado en una llamada de Dios y con la aprobación de una congregación de cristianos. A diferencia de los sacerdotes católicos romanos, los pastores luteranos pueden contraer matrimonio.

2.5   Textos doctrinales

Aunque los luteranos aceptan los libros canónicos de la Biblia como “la única regla y norma según la cual todas las doctrinas y maestros deben ser juzgados” (Fórmula de concordia), recomiendan también la consulta de los Libros apócrifos del Antiguo Testamento para promover la edificación cristiana y los han introducido según la tradición en las versiones canónicas de la Biblia. Los luteranos aceptan la autoridad de los tres credos ecuménicos (Credo apostólico, Credo de Nicea y Credo de Atanasio) y utilizan de modo regular los dos primeros en los servicios de culto. Las declaraciones doctrinales más destacadas del luteranismo son: la Misa alemana y Orden del culto (1525); los Artículos de Esmalcalda (1537); el Pequeño catecismo (1529) y el Gran catecismo (1529), obras de Lutero; la Confesión de Augsburgo (1530); la Apología (1531), escrita por Philip Melanchthon; y la Fórmula de Concordia (1577), redactada por una comisión de teólogos tras la muerte de los primeros reformadores. Estos documentos constituyeron el Libro de Concordia, adoptado por los príncipes y las ciudades luteranas en 1580. Sin embargo, tan sólo los credos, la Confesión de Augsburgo y los dos catecismos de Lutero han sido reconocidos por la totalidad de las Iglesias luteranas.

2.6   Organización y gobierno de la Iglesia

Debido a haber surgido en el siglo XVI, las comunidades luteranas europeas más antiguas están vinculadas de forma muy estrecha a sus respectivos gobiernos en calidad de iglesias nacionales oficiales, bien de forma exclusiva (como en los países escandinavos) o en un acuerdo paralelo con el catolicismo romano (como sucede en Alemania). En ambas situaciones los demás grupos religiosos tienen completa libertad de culto pero no el mismo apoyo por parte del gobierno. En los países no europeos las iglesias son organizaciones religiosas voluntarias. El luteranismo nunca se ha desarrollado como un sistema uniforme de gobierno eclesiástico; existen estructuras comunitarias, presbiterianas y episcopales, aunque en el siglo XX ha aparecido una tendencia a otorgar el título de obispo a dirigentes electos de judicaturas (sínodos, distritos, iglesias).

3   HISTORIA E INFLUENCIA

La evolución inicial del luteranismo estuvo influida de un modo extraordinario por los acontecimientos políticos. El emperador Carlos V no pudo sofocar el avance del luteranismo porque en ese momento el Imperio era amenazado por los turcos. A pesar del Edicto de Worms (1521), que prohibía la actividad de los luteranos, el movimiento continuó extendiéndose. Siguieron de forma intermitente guerras religiosas que concluyeron con la Paz de Augsburgo (1555), acuerdo donde se estipulaba que la religión del gobernante de cada territorio dentro del Sacro Imperio Romano Germánico tenía que ser la religión de sus súbditos, autorizando de un modo efectivo así a las iglesias luteranas y reconociendo además a los príncipes territoriales como primados de sus respectivas iglesias. La Fórmula de Concordia (1577), redactada por teólogos para resolver los enfrentamientos surgidos en el seno de los luteranos, fue suscrita por los dirigentes políticos para asegurar la unidad del movimiento luterano en un periodo en el que amenazaban nuevas guerras religiosas. La supervivencia del luteranismo tras la guerra de los Treinta Años (1618-1648) fue consolidada por la intervención del rey sueco Gustavo II Adolfo, luterano, y de Francia. La Paz de Westfalia (1648) puso fin a la guerra en Europa y consolidó la supremacía de Francia en el continente (en detrimento de la Casa de Habsburgo).

Los orígenes del movimiento conocido como pietismo se remontan a finales del siglo XVII, cuando se proclamó la conversión individual y una forma de vida devota que revitalizó el luteranismo en Alemania y permitió a la Reforma extenderse a otros países. Durante el siglo XVIII la teología luterana reflejó el racionalismo aportado por la Ilustración. Durante el siglo XIX, el teólogo alemán Friedrich Schleiermacher puso de relieve la experiencia religiosa universal y ejerció un gran influjo sobre los doctrinarios luteranos liberales. De igual modo, el idealismo, movimiento dominante en la filosofía moderna alemana, tuvo profundos efectos en el pensamiento teológico luterano. En el siglo XX, la neoortodoxia del teólogo protestante suizo Karl Barth y una interpretación próxima al existencialismo han sido las influencias más destacadas en la teología luterana.

La ascendencia política de Prusia entre los estados alemanes a principios del siglo XIX favoreció la fundación de la Iglesia de la Unión Prusiana (1817), que reunió a calvinistas y a millones de luteranos alemanes en una sola Iglesia. A este proceso se opuso de forma resuelta un elevado número de luteranos, algunos de los cuales se escindieron y formaron una comunidad separada. La situación de la política alemana en el siglo XX afectó gravemente al luteranismo en dicho país. El intento de Adolf Hitler por controlar las iglesias condujo a numerosas divisiones en el seno de la Iglesia luterana alemana y al internamiento de algunos luteranos (como Martin Niemöller) en campos de concentración así como la ejecución de otros (el teólogo Dietrich Bonhoeffer, por ejemplo). Los dirigentes luteranos de Noruega y Dinamarca tuvieron un papel importante en la resistencia de sus países a la ocupación nacionalsocialista, y la Iglesia alemana, que se había opuesto a Hitler, realizó una importante contribución a la reconstrucción de Alemania la República Federal de Alemania tras la II Guerra Mundial. El luteranismo llegó a América con los primeros colonos europeos. Tras la guerra de la Independencia estadounidense (1775-1783) cada grupo sucesivo de inmigrantes europeos fundó su propia Iglesia y sínodo que celebraba sus oficios en la lengua de su país de origen. Como consecuencia del elevado número de inmigrantes que se desplazaron a Estados Unidos y Canadá en el siglo XIX y principios del XX, el luteranismo se dividió en numerosos grupos: alemán, sueco, noruego, danés, finlandés y eslovaco. A principios de la década de 1980 las fusiones han consolidado a la mayoría de los luteranos de Estados Unidos y Canadá. El luteranismo es la tercera confesión religiosa más importante en Estados Unidos.

3.1   El luteranismo en el mundo

Aunque una gran parte de los luteranos del orbe sigue viviendo en los países de Europa central y del norte, el luteranismo ha crecido con mayor intensidad en África y Asia. En realidad, el único país fuera de Europa donde la mayoría de la población es luterana es Namibia, en el sur de África. La Federación Luterana Mundial (LWF), cuya sede se encuentra en Ginebra (Suiza), coordina las actividades de gran parte de las iglesias luteranas de todo el mundo y supervisa las relaciones ecuménicas, los estudios teológicos y los servicios; está dirigida por un comité ejecutivo. Casi todas las iglesias luteranas pertenecen también al Consejo Mundial de las Iglesias.

3.2   Influencia cultural

El luteranismo siempre se mostró preocupado por los aspectos culturales e intelectuales de la fe cristiana. Su influencia en la música a través de compositores como Johann Sebastian Bach, Dietrich Buxtehude, Michael Praetorius y Heinrich Schütz, ha sido tan importante como lo fue en la filosofía. Pensadores de formación luterana, tales como Immanuel Kant, Johann Gottlieb Fichte, Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Sören Kierkegaard, articularon sus ideas en diálogo, y a veces en oposición, con la tradición luterana. El luteranismo también ha inspirado a una serie de importantes investigadores bíblicos, como David Friedrich Strauss y Albert Schweitzer y teólogos como Albrecht Ritschl, Adolf von Harnack, Rudolf Otto, Rudolf Bulmann y Paul Johannes Tillich, entre otros.

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