Respiración

 

 

Respiración

 


La aspiración es el primer acto de nuestra vida, y la expiración, el último. Podemos aguantar varios días sin comer, pero no sin respirar. El oxígeno es el elemento esencial de nuestras células. El corazón y el cerebro son los órganos que más oxígeno consumen.


Una respiración insuficiente acumula en el organismo muchos productos tóxicos. El estado de tensión, nerviosismo y malhumor en que vive mucha gente es debido, en parte, a una deficiente irrigación. Normalmente, las personas que hacen su vida en oficinas, talleres, etc., tienen una respiración deficiente.  

Los estados anímicos influyen decisivamente en la respiración. Cuando la persona está tranquila, su respiración es apacible. Cuando está agitada psíquica o tísicamente, su respiración se torna irregular. Podemos afirmar, pues, que la respiración es el espejo de los estados interiores. Por consiguiente, será también correcta la conclusión inversa: si las tensiones interiores repercuten en la respiración, controlando la respiración podemos influir y modificar los estados interiores.

La respiración no debe ser forzada, sino calmada. Los que fuerzan la respiración elevan los brazos y contraen el tórax, la mandíbula y el cuello. Esta suele ser la respiración de los nerviosos: respirar con lo alto del pecho, dilatando y contrayendo la caja torácica. Así se suele respirar después de un fuerte esfuerzo físico. Pero los nerviosos lo hacen así en toda circunstancia. Y lo correcto es lo contrario: lo esencial es relajarse por completo y espirar a fondo. Después, sin forzar nada, los pulmones, por sí mismos, se llenarán de aire. La respiración tiene que ser nasal, sobre todo la aspiración, porque es en la nariz donde se filtra el aire y se calienta antes de llegar a los pulmones. La espiración, no obstante, podría hacerse con la boca entreabierta. Cada persona debe comprobar si le va mejor de una u otra manera.

La nariz es como el embudo de un sistema de aireación. El aire es aspirado por la cavidad faríngea, que actúa sobre el aire como una aspiradora.
Respiración abdominal. En síntesis, se trata de lo siguiente: se hinchan el abdomen y los pulmones simultáneamente. Se vacía los pulmones al mismo tiempo que se vacía el abdomen.

Es la respiración más relajada; trae sosiego y serenidad. Debe ser una respiración lenta, suave, silenciosa, sumamente tranquila y nunca forzada.
El movimiento se efectúa principalmente en la zona inferior a la caja torácica. Por ese movimiento del aliento, el diafragma ejercita un masaje sobre el abdomen, cuyos músculos se sueltan.

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Sentado confortablemente en un sofá, después de expulsar todo el aire de los pulmones con una fuerte espiración de boca abierta, comienza la fase de la aspiración, dilatando en primer lugar el abdomen, en seguida la parte inferior del pecho y luego la parte superior al máximo posible, siguiendo con la atención ese movimiento (que es casi simultáneo entre el abdomen y lospulmones). No hay necesidad de alzar los hombros (gesto que denotaría alguna tensión); la columna vertebral se endereza y la cabeza queda recta.


Y ahora comienza la fase espiradora, contrayendo el abdomen (que fue primero en dilatarse) para terminar con !a parte alta del tórax. Se expulsa completamente el aire viciado, contrayendo fuertemente, con lentitud y de una manera continua, los músculos del bajo vientre.


La masa abdominal debe ser empujada hacia el diafragma, al que, al mismo tiempo, eleva. Se mantiene la contracción un par de segundos; luego se deja que los músculos se relajen suavemente y que el abdomen vuelva a su estado normal. Y de nuevo se comienza a aspirar.


Debe dirigirse la atención sobre el aire que se siente, se sigue, se le dirige. Es, pues, una respiración sentida, consciente y concentrada. Y por eso mismo podemos afirmar que se trata de un excelente ejercicio de concentración.


Se debe evitar cualquier violencia. No obstante, es difícil evitar que se produzca un cierto estado de tensión o de obsesión, sobre todo en los primeros pasos.


Pero, después de un entrenamiento asiduo, el ejercitante. pronto experimentará el apaciguamiento y la calma.


Para los efectos que queremos conseguir en este libro, la respiración más adecuada es la abdominal.


Puede practicarse sentado, acostado o de pie.

Respiración torácica. Aunque insistimos en que la respiración abdominal es la más sedante y psíquicamente benéfica, exponemos a continuación otras maneras de respirar, dado el pluralismo y variedad de efectos en las diversas personas.


La torácica es la respiración de los atletas y, en general, de todos los que realizan un gran esfuerzo físico.


Consiste en esto: en la medida en que se llenan los pulmones, se hunde el abdomen; y en la medida en que se vacían los pulmones, se dilata el abdomen.

Respiración alterna. Oprimir el orificio derecho de la nariz con el pulgar de la mano derecha, aspirando por el orificio izquierdo. Espirar por el orificio derecho mientras se cierra el orificio izquierdo con el índice de la misma mano. Luego, aspirar por este orificio derecho y espirar por el izquierdo; y así, alternadamente, lo más lentamente posible, hecho todo con calma, sin ansiedad. Nunca más de diez respiraciones.

Respiración rítmica. No se debe olvidar que la espiración es siempre más lenta que la aspiración. Es frecuente encontrarse con personas cuya espiración dura el doble de tiempo, y aún más, que la aspiración.
Cada individuo tiene su ritmo de respiración. Supongamos que en tu ritmo respiratorio la aspiración dura tres segundos y la espiración cinco. En este caso, la respiración alterna se hace así: se aspira durante tres segundos y se retiene el aliento durante dos segundos; se espira durante cinco segundos y permanece con los pulmones vacíos durante dos segundos, y así sucesivamente, manteniendo siempre esta cadencia. Con el
tiempo podría ensayarse otro ritmo más lento.

 

Los ejercicios respiratorios pueden ser contraproducentes si no se hacen con calma y tranquilidad. Y nunca se debe pasar de tres minutos.

He comenzado el presente apartado con esta fantasía porque las dos figuras más señeras de la literatura castellana, Segismundo y Alonso Quijano (Don Quijote) fueron dos hombres que despertaron después de haber representado la comedia de la vida entre sueños, locuras y fantasías.

 

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