“Si los suizos pudieran asegurarse la vida eterna, lo harían”
En esta entrevista, el portfolio manager Andrés Mayer-Reinach explica cuál es la situación suiza tras la crisis financiera, y cómo ven allí a la Argentina.
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Andrés Mayer-Reinach en la entrada de la Estación Central de Trenes de Zurich. (Ignacio Escribano)
Por Ignacio Escribano
Zurich, Suiza.- “Los suizos no le prestan demasiada atención a países poco fiables y donde casi no se respetan los derechos humanos. Aquí se concentran más en el G7, G8 o G20. Hay quienes, sí, tienen en cuenta a la Argentina para hacer turismo. Pero no mucho más que eso. Históricamente, hubo tanta falta de cumplimiento a la hora de hacer negocios que con el país del tango ya no quieren saber nada. Se ha perdido la confianza. En resumen: a la Argentina o no la ven, o la ven mal.”
Andrés Mayer-Reinach sabe de lo que habla.
Hijo de padre alemán y madre suiza, este banquero y administrador de fondos de 62 años nació en pleno centro porteño, se crió en La Lucila y, una vez finalizado su servicio militar -a pedido de su padre, quien por aquel entonces ya veía un sombrío pronóstico en el país-, se marchó a vivir a Europa.
Cuenta que comenzó su carrera en el Citibank (previamente había hecho un master bancario de cuatro años en Alemania) y, tras haber trabajado en varios bancos suizos, terminó finalmente en el Credit Suisse, en donde le ofrecieron formar parte del directorio.
“Allí me dediqué a administrar el dinero de gente rica, principalmente de países hispanoparlantes; eran grandes fortunas, de familias con el dinero en Suiza desde hacía tiempo, algunas, de varias generaciones; estamos hablando de cuentas de hasta cien millones de dólares”, relata Mayer-Reinach, en una conversación con este cronista.
Al hablar, distendido, en una vieja confitería de la estación central de trenes de Zurich, el dialecto suizo alemán tiñe con un leve acento su fluido español.
El afecto que siente por la Argentina y su gente, según él, sigue tan vigente como en sus tiempos de infancia y adolescencia.
Actualmente, radicado en Zurich, continúa administrando fondos de gente rica, principalmente de Latinoamérica, aunque también de Alemania, Turquía, Francia y Polonia.
“Los suizos tienen seguros contra todo. Es más, si pudieran asegurarse la vida eterna, también lo harían -bromea-. Por eso cuidan tanto de su autonomía y prefieren permanecer fuera de la Comunidad Europea.”
-¿Cómo afectó la crisis financiera a Suiza, particularmente?
-A la economía suiza, en su totalidad, no tanto; pero al sistema bancario sí, ya que casi todos los bancos estaban involucrados. A la Unión de Bancos Suizos (UBS), principalmente. El año pasado, cuando los cientos de miles de estadounidenses sin capital propio tuvieron que dejar de pagar las hipotecas de sus inmuebles, ya que las tasas, variables, subían a límites impensados, la bola de nieve comenzó a cobrar dimensiones extraordinarias. Y la UBS tenía una enorme cantidad de fondos provenientes de esas hipotecas de segunda y tercera calidad.
-Sin embargo, la UBS ya venía sufriendo desde antes…
-Muchísimo. Yo diría que desde 1998, año en que se fusionó con la Sociedad de Bancos Suizos (SBC). Entre otras cosas, por haber seguido la política estadounidense del share holder value, del valor de la acción, y por explotar el rendimiento a más no poder; esto es, contratar gente que en productos derivados pudiera producir una gran ganancia. Estamos hablando de gente muy joven, que no eran ni directores ni académicos, pero muy listos para este negocio, y que ganaban salarios de hasta siete decimales.
-“Una nueva casta de grandes ricos que no han inventado ni construido nada”, como denuncia Charles R. Morris, en El crac del crédito. ¿Cómo resumiría lo que ocurrió en los Estados Unidos?
-Allí no se han dado cuenta a tiempo de que ningún árbol crece hasta el cielo. La gente un día no pudo pagar más las hipotecas “basura” y vivir al mismo tiempo. Eso los reventó. Y no sólo a ellos, sino a todo el mundo. Siempre supe que este tema de la enorme deuda norteamericana un día terminaría mal, pero jamás pensé que iba a cobrar semejante envergadura.
-¿Cuál es el sentimiento del ciudadano suizo hacia los Estados Unidos?
-Siente un gran fastidio. Aquí se cansaron de la prepotencia y de la manera aplastante de dictar las reglas de juego. A nadie le gusta que vayan a mostrarle los músculos. Además, sí, al europeo le gusta el dinero pero sabe que eso no es todo. La cultura, en Europa, sigue ocupando un lugar predominante.
-“La economía, la ciencia social matemáticamente más avanzada, es la ciencia humana más atrasada”, escribe Vicente Verdú, en su libro El capitalismo funeral… ¿Cuál sería el rasgo distintivo del ciudadano estadounidense y el del suizo?
-En los Estados Unidos el ciudadano medio no ahorra. Está endeudado. Es más, su propio país es el mayor deudor del mundo.
-¿Y el suizo?
-El ciudadano suizo es extremadamente trabajador. De hecho, mientras la jornada laboral aquí suele ser de unas 42 a 45 horas semanales, en el resto de los países de la Comunidad Europea intentan bajarla a unas 35 y hasta 30 horas por semana. Hoy se anhela a tener más días de vacaciones, a consumir más y a no trabajar tanto. El suizo, en cambio, mantiene vivo un gran espíritu de sacrificio.
-Pero aquí también les gusta ganar dinero…
-Sí, pero no en una forma desmedida. Se tiende, más bien, a ahorrar que a consumir de manera desbocada. El suizo es alguien que siempre ha tomado precauciones y que históricamente se ha asegurado contra todo lo que pudo.
-Los búnkers que tienen en sus casas son un ejemplo muy gráfico de lo que usted está diciendo.
-Así es. Pero repito: aquí la economía no sufrió el impacto de la crisis tanto como otros países. De hecho, la reducción del producto bruto interno (PBI) local ha sido mucho menor que la del resto de la Comunidad Europea. Por ejemplo, mientras que en este primer trimestre el PBI suizo cayó alrededor del 2,5 por ciento, en Alemania, Francia e Inglaterra, esa cifra se calcula que es del 6 por ciento.
-¿Qué otras razones explican que el PBI suizo no haya caído tanto?
-Varias. Basta mencionar que Suiza -un país con 7,6 millones de habitantes y las dimensiones de la provincia de Tucumán- cuenta con decenas de compañías multinacionales: de seguros, alimenticias, farmacéuticas, bancarias y financieras… Pensemos que sólo la ABB cuenta con algo más de 115 mil empleados. Todo eso le da a Suiza un respaldo fenomenal. Y podría seguir enumerando: bancos, quesos, seguros, relojes, navajas, medicamentos, chocolates; empresas como la Holcim, de cemento; los elevadores Schindler; la Nestlé; la Sika AG, una de las productoras de químicos para la construcción más poderosas del planeta… Lo mismo podría decirse sobre la industria textil o la informática. Hay quienes dicen que los suizos son los padres de Internet. Del mismo modo, no puedo dejar de mencionar el impresionante desarrollo de la actividad democrática y el respeto humano que existen en este país.
-¿Por qué una de las más grandes cantidades de dinero bajo administración se encuentra en Suiza?
-Por varios motivos. Por empezar, por la gran estabilidad y por su carácter neutral, tanto política como militarmente, a lo largo de la historia. Ambas razones, entre otras cosas, hacen que Suiza sea hoy sede de numerosas organizaciones internacionales, a pesar de no tener prácticamente materia prima. Aquí no hay cacao pero se hacen los mejores chocolates del mundo. Lo mismo con el dinero, que se produce afuera. Por otra parte, fue aquí mismo donde se decretó el secreto bancario, en cuyo artículo 47 se dicta que los bancos tienen la obligación, por ley, de mantener la información de sus clientes en estricta reserva de confidencialidad. Obviamente, eso rige siempre y cuando no existan problemas legales.
-Pero ese dinero no siempre fue “limpio”.
-Es cierto. Si bien en Suiza -que es, desde fines del siglo XIX, uno de los Estados más ricos y desarrollados del mundo- siempre se persiguió el dinero sucio: narcotráfico, corrupción política, etc., las reglas de juego no siempre han sido claras. No olvidemos de aquel dicho alemán que reza: “El dinero no huele” (“Geld stinkt nicht”).
-¿A qué se refiere?
-A que el dinero nunca tiene mal olor y, por ende, muchas veces se toma de donde sea que venga. En este aspecto, aquí tampoco siempre han sido unos santos.
-La ley del secreto bancario comenzó a ser atacada duramente en los últimos años. ¿Por qué?
-Por varias razones. Una, por un enorme flujo de dinero de origen sucio. Otra, por la gran presión de los Estados Unidos desde la caída de las Torres Gemelas, especialmente para controlar el dinero con fines terroristas y mafiosos. Suiza, lentamente, comenzó a ceder. Actualmente, existen bastantes restricciones para abrir una cuenta y depositar grandes sumas, especialmente en situaciones dudosas, en las cuales no se puede justificar bien de dónde proviene el capital. O cuando se trata de personas conocidas como PEP (political exposed people). A esa gente ya no se le abren cuentas bancarias en Suiza.
-Pero el secreto bancario sigue existiendo…
-Sí, porque se quiere respetar la esfera privada de la persona. Y, a tal extremo, ese secreto no existe en ningún otro lado como en Suiza, ya que aquí se trata de una cuestión legal, que es la ley bancaria.
-¿Cuál es la situación de la deuda externa suiza?
-Suiza sigue siendo el deudor de mejor calidad, con un enorme respaldo de oro. La deuda del gobierno está muy controlada. Aquí no se derrocha un centavo. Pongo un ejemplo. En las ciudades todavía se ven viejos tranvías circulando por las calles. Son máquinas con más de medio siglo de vida que igualmente siguen andando. Es decir, el dinero para comprar nuevos trenes existe, pero no lo despilfarran. Si lo que tienen funciona, lo mantienen y lo utilizan. Esa es la mentalidad acá.
-¿Qué se espera para la segunda mitad del año con la economía local?
-Que empiece a repuntar, lentamente.
-¿Y cuánto se tardará en llegar a la situación previa a la crisis?
-Se habla de no menos de 2 a 3 años. Yo diría que no antes de 2012. Con el colapso financiero de 2008, una vez más, quedó demostrado que el mundo entero está interconectado. Es decir, Suiza no podrá reponerse completamente en forma aislada si no ocurre lo mismo en los demás países. La exportación, de hecho, ha caído notablemente, al igual que el turismo. No olvidemos que para los extranjeros Suiza es un país caro.
-¿Y para los suizos?
-No tanto. El rendimiento neto de las ganancias personales es muy bueno. Acá se gana mucho mejor que en otros países, y con una carga impositiva no tan marcada.
-¿Cómo se notó la crisis financiera en los hábitos de la gente?
-En los últimos meses el consumo comenzó a menguar y el desempleo alcanzó cifras extraordinariamente altas para este país: más de un 4 por ciento. Sé que para otras partes no es nada, pero para Suiza ese es un número alto. Y la gente está preocupada. Se consume menos en los restaurantes, se compra menos ropa… Es interesante, ahora se comenzó a invertir el dinero en la refacción de viviendas. Las empresas prestadoras de servicios de albañilería, plomería, etc., han tenido un gran semestre.
-Es curioso.
-Pero es así. La gente ahora invierte el dinero en refaccionar su propia casa.
-Por último: ¿existe la pobreza en Suiza?
-Se calcula que poco más del diez por ciento de la población es pobre. Pero es una pobreza entre comillas, ya que lo es para los estándares suizos, pero no mundiales. Se trata, por lo general, de gente divorciada y separada, con problemas financieros por tener que mantener dos hogares. Eso, solamente, los hace más pobres que al resto. Pero no podemos hablar de pobreza en realidad. Acá no se ven mendigos en la calle.