DESERCIÓN DE ANTIGUAS OBLIGACIONES

20.05.2014 08:07

DESERCIÓN DE ANTIGUAS OBLIGACIONES 

Fuente EL ALMANAQUE

 

Está claro que las antaño sagradas obligaciones de la mujer en la casa se han convertido en pingües actividades económicas que han generado un porcentaje muy considerable del volumen total de trabajo de los que nos llamamos países desarrollados. La casa, la ropa, la cocina, la asistencia a niños, enfermos y ancianos que constituían el reino de la mujer en su casa, gratis et amore, son también hoy su reino, aunque no exclusivo; pero fuera de casa y cobrando, y generando beneficios, cuotas asistenciales e impuestos. La verdad última es que la mujer sigue ejerciendo todas esas actividades, pero ahora con carácter profesional: es decir, cobrando. 

Los nuevos tiempos han traído nuevos planteamientos, en los que los ancianos primero, luego los enfermos, y finalmente los hijos, han pasado a convertirse en responsabilidad del estado, que lucha por acaparar el máximo de funciones. La consecuencia lógica es la deserción de la familia en el compromiso moral que esas funciones conllevaban. Desde que la responsabilidad económica de los enfermos y de los ancianos pasó al estado, la responsabilidad moral se fue aflojando, hasta desaparecer en muchos casos. Es el peso abrumador de los hechos. 

Algo parecido está resultando con los hijos: el estado los tiene en el “colegio” desde los 3 años (y pronto desde los 0) hasta los 18 o los veintitantos, según que se decanten por la formación profesional o la universitaria. La mayor parte de su tiempo son tenidos como hijos del estado. La consecuencia obvia es que el tener hijos ha perdido las gratificaciones tanto espirituales como materiales que tuvo en generaciones pasadas. La solución adoptada es, ¡qué remedio!, importar hijos ajenos, de países donde por lo visto sí que sale a cuenta tenerlos (o simplemente no echan cuentas). El resultado es que, calculándolo o sin calcularlo, hemos ido a una distribución del trabajo tal, que lo de hacer hijos ha quedado mayoritariamente como trabajo para las mujeres del tercer mundo. 

Pero entre lo que fueron antaño obligaciones de la mujer y hoy están pasando al ámbito empresarial, está el solaz del hombre. En la más reciente antigüedad se compraron esclavas exclusivamente para la cama; la compra de esclavas fue sustituida por la compra de esposas en régimen de matrimonio (obligación de madre) para atender además de la cama, las otras obligaciones domésticas; y finalmente, en el mayor avance de nuestra civilización, las obligaciones contractuales se ennoblecieron, convirtiéndose en obligaciones morales. 

Porque el apetito sexual no es el mismo en el hombre que en la mujer, es por lo que fueron los hombres los que sintieron necesidad de comprar mujeres para satisfacerlo, y no a la inversa. Por esa misma razón existe y seguirá existiendo la prostitución, la que llaman profesión más antigua. A ella se transfieren las que ayer fueron obligaciones de la mujer en el matrimonio, y hoy son libertad. Es la misma secuencia que en las demás “obligaciones” de la mujer, que en casa se cumplían religiosamente gratis et amore, y en la calle se ejercen en régimen laboral autónomo o por cuenta ajena, pero cobrando. Por ahí van los intentos por legalizar y regularizar fiscalmente también esta profesión.