Por suerte, siempre hubo una red
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Efectivamente, en esa pesadilla de caminar por la cuerda floja, impregnado de un inconsciente y sádico vértigo, siempre tuve una red contenedora en el abismo, que en mis caídas me acogió maternalmente en su seno.
Pero la estupidez humana y la obstinación, producto de altas dosis de orgullo y de soberbia, hicieron que reiteradamente tropezara con la misma piedra.
Después aparecen los remordimientos, desasosiegos, la culpa, la humillación de la auto conmiseración.
Nunca el agradecimiento a todas esas manos tendidas que me acopiaron de la red, ninguna vez el reconocimiento y gratificación a esas asistencias desinteresadas de familiares, amigos, compañeros y camaradas.
Siempre la creencia de que puedo manejarme solo, y volver a caminar por la cuerda floja, como un deshonesto desafío a mi mismo.
Subsiste un consuelo; poder ayudar a otro, que también transita por esa alucinación.