Por Patricia Severín
“La sospecha”, de Laura Vizcay. Editó Palibrio, Estados Unidos, 2010.
¿Qué hace una mujer, un día domingo, además de observar a una paloma que fabrica un nido en su ventana? Espera a un hombre y ese hombre no llega; es por eso que, mientras tanto, piensa, escribe, fantasea y rearma historias: las desovilla y las vuelve a ovillar, una y otra vez, hasta la exasperación.
En La sospecha -primera novela editada de Laura Vizcay-, la protagonista es una escritora mediocre que intenta escribir un libro por encargo para un desconocido editor francés. Mientras lo hace, su deseo se dispara hacia un hombre que está en su vida como figura pendiente- desde hace muchos años, y que se ha convertido en su obsesión. Este hombre, el Toro, seductor y maquiavélico, es en la actualidad sospechoso de un crimen pasional; mientras más nos adentramos en su personalidad, más nos damos cuenta de que es muy posible que también haya sido el autor, intelectual o material, de otros crímenes en los años del terror.
Vizcay observa con una mirada de mujer, “del interior del interior”, lo que ha pasado en nuestra historia reciente, la cuestión menuda, los detalles ínfimos y casi domésticos, de la represión; cuenta de Margarita Belén y evalúa qué peso le corresponde a “los malos”, y qué peso le corresponde a “los buenos” en los sucesos que tuvieron lugar, y en la historia venidera. ¿Qué pasó en Formosa o en los campos correntinos, misioneros o chaqueños? ¿Qué fue lo realmente sucedió?
Las cuestiones y las personas se confunden en el recuerdo de la mujer que espera, en una argamasa desteñida por los años, las mentiras, los juegos de poder, las ambiciones personales y las grupales. La memoria filtra cosas turbias y les da otro matiz. La memoria es engañosa tanto como los personas- y, a veces, justifica injustificables.
Mientras observa a la paloma hacer su nido, la protagonista discute por teléfono con su madre o con el editor francés, guarda y saca los langostinos motivo de una comida romántica y frustrada- varias veces de la heladera; y no termina de admitir que ha vivido enamorada de esa figura mítica y controvertida, ese personaje, el Toro, traicionero, escurridizo, descalificador, mentiroso, seductor y probablemente, asesino.
En la novela de Vizcay, torturados y torturadores se encuentran y se reconocen en la escalinata de la Legislatura o en la calle, con total impunidad para el victimario; y, otras veces, se buscan sin encontrarse, y no siempre se castiga a los culpables. Como dice el desconocido editor francés, “Los asesinos de ustedes no van a la cárcel. Siempre se salvan. Eso son los finales que me gustan”.
Laura Vizcay, nació y vive en Reconquista (Santa Fe). Publicó libros de poesía, es cuentista y tiene otras novelas aún inéditas. La sospecha puede conseguirse por Internet en amazon.com.
PUBLICADO EN https://www.ellitoral.com