Zooinsultos antipáticos

 

Gorda como vaca, bruto como burro, feo como loro, malo como las arañas, venenosa como escorpión, igualita a una víbora, tiene cara de pescado; describen características o comportamientos usados habitualmente y que pretenden equiparar vicios humanos o apariencias estéticas, con el aspecto físico o con presuntas conductas animales. ¿Quién sentenció que el loro es feo? ¿quién que son malas las arañas?

 

 

 

 

Las personas usamos el lenguaje para comunicar preguntas, órdenes, pedidos, demostraciones de afecto y también para insultar o ridiculizar. El insulto, manifestación inherente a la conducta humana, tiene múltiples disfraces y algunos sólo recurren al tono de voz para herir o rebajar a alguien.

 

No hay documentación cierta sobre la época en la que se empezó a utilizar la comparación con los animales para denigrar o molestar a alguien, pero los expertos deducen que es uno de los insultos más antiguos y que ofenden porque nivelan la inteligencia animal con la supuestamente escasa del que se intenta ofender.

 

Si se alude a alguien llamándolo “bestia”, significará que se señala, más que nada, a su falta de educación. Parecido es el caso del burro; animal lento, utilizado como transporte de carga, tan dócil como poco ágil.

 

Pero una cuestión especial es la de la yegua, mezcla de insulto/halago de industria nacional. Cuando se compara a alguna mujer con la hembra del caballo, todo depende de tonos de voz y de cuán importantes sean los signos de énfasis puestos sobre el vocablo.

 

Si el paso de una mujer por una obra en construcción, es acompañado por los albañiles con el grito: ¡yegua! (puede ser ¡potra!, si es joven), es distinto de cuando, por ejemplo, una nuera despechada formula: “esa yegua” aludiendo a su suegra o cuando se refieren así a una mujer de “mala entraña”. Parecidos pero diferentes, la primera yegua, seguro es una mujer de curvas abundantes mientras que la segunda es la madre de tiempo completo del marido de la nuera, o una mujer cualquiera con evidentes rasgos de antipatía.

POTRA

 

La pobre yegua, noble animal que acompaña a su macho en las duras tareas que el hombre les asigna es, a veces halagada, a veces insultada, de acuerdo con las hormonas o a la ira de quién la apunte.

 

En la política pasa algo similar; en un tiempo no muy lejano para referir a un grupo determinado -en general peyorativamente- se recurrió al sushi. Pero el grupo sushi, aunque el bocado básicamente es de pescado, tenía cierto aire cajetilla y por una vez, los animales no fueron motivo de burla. Luego, llegaron los pingüinos y de nuevo, el elegante bicho sureño cargó con el desprecio de periodistas y opositores.

 

 

 

No es justo. No es culpa de los animales no tener capacidad de respuesta; y ni siquiera pueden protestar por no tenerla. Deberíamos usar la inteligencia con la que Dios nos ha diferenciado para razonar que la mayoría de las veces, en vez de ofender a una persona nombrándola como si fuese un animal, logramos exactamente lo contrario: agraviar a un indefenso animal al que catalogamos arbitrariamente con alguna carencia humana.

 

 

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