CULTURA CORRENTINA

 

 

CULTURA CORRENTINA

 

En Corrientes conviven historias, mitos y leyendas trasmitidas de generación en generación. Según cuentan, las lagunas correntinas están llenas de porá (espíritu). Su geografía es recorrida por hombres que reciben el nombre de mariscadores o laguneros. 


  La provincianía guarda un entrañable sentido religioso y se festeja en cada lugar el día de su patrono. Estos festejos comienzan con el rezo compartido de la "novena", diez días antes de la fecha. Por las noches se hacen bailes; en la plaza o al costado de la iglesia una comisión encargada de la organización de la fiesta, realiza la kermés, venta de artículos regionales y de comidas como el chipá, arroyados caseros, pasteles, pan casero. 


El día del patrono se escuchan salvas de bombas y repiques de campanas para la misa del alba. A las 10 de la mañana se realiza la misa de comunión y luego el Tedeum al que asisten las autoridades del lugar. Finalizada la misa solemne todos participan de un almuerzo de camaradería con la presencia de conjuntos musicales. Después se realiza la procesión a la que van los paisanos a caballo con sus mejores aperos. Por la noche continúa la fiesta donde se reúnen los amigos y parientes de localidades vecinas. 


   Al santoral cristiano se suma el culto al santoral popular, sentimiento que late en cada pueblo y lugar, donde se venera a aquel de quien se espera alivio, protección, justicia. 


   Cotidianamente la gente comparte sus esperanzas, sus miedos, sus inquietudes con duendes, santos y personajes de leyendas que velan por que cada una de las cosas vividas reciban su protección. Reivindicando la creencia de poderes y gracias especiales otorgadas a algunas personas que serán intermediarios ante Dios, se recrean ritos, cultos y veneraciones; muchas de origen precolombino.


  Recorriendo la zona podemos destacar el culto a Nuestro Señor de la Buena Muerte o simplemente al llamado: San La Muerte y al Gauchito Gil.
   La provincia guaraní guarda un cálido fervor por sus santos, a quienes evocan, y como otras provincias argentinas, su identidad late en la fuerza de su fe.



Leyendas


El Pombero

  Es el duende más popular del litoral. Según cuentan es bajo y fornido y lleva siempre un gran sombrero de paja. Es enamoradizo y lascivo. Lo llaman Piragüé porque no hace ruido al caminar. Se dice que es un amigo fiel en quien se puede confiar y a quien pedir ayuda en momento de necesidad. Para que esté contento, hay que dejarle a la noche y en cualquier lugar fuera de la caza una mascadita de tabaco negro, ya que es un gran fumador. Se puede transformar en cualquier cosa, un ave, un tronco que flota en el agua. También tiene el don de hacerse invisible y puede imitar el canto de todos los pájaros. Duerme en las taperas (casas abandonadas) y en los hornos abandonados. 


  Una de sus costumbres es hipnotizar a los jóvenes que quiere poseer por lo que en los pueblos cuando hay por ejemplo un nacimiento de padre desconocido se dice que ha sido el Pombero. También se cree que entre las mujeres, prefiere a las embarazadas y que las protege cuando están en la oscuridad o duermen, hasta que dan a luz.



El Lobizón



  En la costa del Iberá se cree que el lobizón es una transformación que no se puede precisar pero que se asemeja a un yaguá hú muy grande. Quien puede ser lobizón es el séptimo hijo varón seguido y no bautizado. Se lo distingue porque no come carne, es flaco, solitario y lleva las uñas largas y sucias de tierra. Dicen que cuando se transforma "no le entra bala". Se lo ahuyenta con la señal de la Santa Cruz o tirándole con botellas o tizones encendidos (brazas). La cruz es el Payé Guazú o talismán grande de Dios al que le teme. Las botellas o los tizones le dejarían marcas por lo que, ante la necesidad de no ser descubierto se aleja. Al lobizón le gusta la leche por eso suele merodear los tambos. También come algunos excrementos como los de gallina. Cuando un patio de tierra aparece limpio se dice que el Lobizón ha pasado por ahí. 


   El hechizo se produce dos noches por semana, martes y viernes a la entrada del sol. Para la transformación debe desnudarse por completo y para volver a la forma humana lo debe hacer antes de que llegue el día para no ser descubierto desnudo. Por eso cuentan que suele verse a un ser revolcarse sobre sí mismo y de repente allí mismo, un hombre desnudo, fruto de la transformación.


  Si el séptimo hijo es mujer, se convierte en bruja y vive la misma suerte del lobizón.


 Esta leyenda es de origen europeo pero los lugareños la viven como propia. 



Música

Entre los ritmos populares más difundidos se encuentra el chamamé. Algunos dicen que deriva de la polca, expresión popular traída por los inmigrantes a la región.
  Otros se inclinan por creer que los guaraníes tocaban una música muy parecida a mediados del siglo XIX, de la que podría derivar, aunque no usaban para ello el acordeón. En Santo Tomé y Mburucuyá se realizan festivales de Chamamé pero es una costumbre de cualquier tiempo y lugar organizar chamameseadas para disfrutar de la canción y el baile, siempre acompañados por un sentido grito de sapucai
. Otro ritmo común en la zona es la chamarrita traída desde Entre Ríos. Los instrumentos más utilizados son la Guitarra, que trajeron los sacerdotes jesuitas y cuya técnica de fabricación enseñaron a los guaraníes y el acordeón o bandoneón.

Reseña Histórica

Juan Torres de Vera y Aragón, recibió la orden de internarse hacia el sur de Asunción, por el río Paraná para fundar una ciudad y asegurar la dominación española en la parte sur del territorio, completando así la conquista de la cuenca inferior del Plata.


   El 29 de Marzo de 1588 sale del puerto de La Asunción con una flota que remontará el río Paraguay hasta el Paraná. Una expedición lo acompañaba por tierra, ésta comandada por Hernando Arias de Saavedra. Se temía el enfrentamiento con aborígenes ya que otros intentos por recorrer la región había terminado con la derrota de los oficiales españoles, destacándose la destreza de los nativos en fuerza y dominio de la región, especialmente de las aguas. Se dirigieron por el margen izquierdo del Paraná hasta llegar a una zona donde siete puntas rocosas generan un intranquilo fluir de aguas. Ellas son: Punta Arazaty, Punta tacuara, Punta San Sebastián, Punta Batería, Punta Mitre o Araza, Punta Tacurú y Punta Aldana. Arazaty fue elegida para la fundación de la ciudad, y más tarde nuevamente elegida para construir el puente Gral. Belgrano y establecer allí la cabecera del mismo. Era un punto estratégico desde donde se podía dominar el comercio a través de la navegación de los grandes ríos de la región y comunicar Asunción, Santa Fe y Buenos Aires en un puerto seguro. Cuentan que en el recorrido realizado se divisaban precarias casas de indios que se dedicaban a cultivar la tierra. 


  El 3 de Abril llegaron al lugar elegido, un sitio despoblado. En la más meridional de las siete puntas cumplieron las ceremonias para la fundación. Éstas son, según prescribe la ley de la vieja España: labrar un acta donde el escribano publico nombra alcalde, regidor, procurador general de la ciudad y mayordomo, quienes integrarán el cabildo. Después se eligió el sitio para construir la Iglesia Mayor y se colocó una cruz encomendando en este caso el futuro templo a la advocación de Nuestra Señora del Rosario. Levantado el símbolo del poder, el rollo de la justicia, se determinó y trazó el ejido de la ciudad. 
El 4 de Abril comenzaron a levantar la ciudad.


  En los siglos XVI y XVII, la población de la región era aún escasa; la economía era organizada según una economía rural, de subsistencia. La conquista era firme y segura solo en algunos lugares, en otros aún se peleaba la vida y la ocupación del lugar. Se destacan en la época, las reducciones franciscanas de Itatí sobre el Paraná que data de 1615 y más al sur, los pueblos de encomienda como Candelaria de Ohoma en el río Empedrado y Santiago Sánchez en el San Lorenzo. 


   Las grandes extensiones hacia el sur y el este eran recorridas por grupos aborígenes de vida nómade, cazadores y recolectores entre los que pueden mencionarse los yaros y charrúas. 


   Los grupos aborígenes pertenecían a dos grandes familias: Arawak y Tupí-Guaraní. Los Panós y Jíbaros eran de la familia Arawak y provenían del sur amazónico. En la Región había otros grupos cazadores recolectores nómades conocidos con el nombre de Guayanás y Pámpida. Estos últimos compartían características físicas con los Sioux y Comanches norteamericanos. De ellos derivan los grupos Maká, los Guaycurúes y los Charrúas.


   Los primitivos guaraníes se organizaban en pequeñas aldeas. Vivían en casas comunales y constituían una familia extensa; eran gobernados por un jefe. Cultivaban la mandioca amarga. Imponían a otras tribus el uso del idioma guaraní como base para la convivencia pacífica. Otra forma para integrarse era a través del casamiento de varones extranjeros con jóvenes guaraníes. Guerreaban y sometían a aquellos pueblos que consideraban "extranjeros". 


   Otro grupo que se suma en forma tardía es el conocido como Protocario que se reunían en aldeas numerosas que se llamaban Teko'á. Organizaban el trabajo en forma cooperativa, explotando grandes extensiones de tierra. Los jefes practicaban la poligamia. Este grupo fue imponiéndose y se fusionó con los Aváproto-mby'á de los Tupí-Guaraní.


  De estos guaraníes descienden los Chiriguanos, Guarayos y Sirionó. A través de estas fusiones, muchos grupos pequeños fueron perdiendo su identidad al abandonar el uso de un idioma propio. 


  En el siglo XVIII se consolidó el dominio español en la región, y fueron superándose progresivamente el aislamiento y los condicionamientos económicos.


  El ganado cimarrón aseguraba para las vaquerías los elementos necesarios para la subsistencia. Carne faenada, cueros, grasa, sebo eran esenciales para la economía rural de entonces.


  Más tarde, la necesidad de tierra para la cría del ganado y cuidado de animales domésticos fue el motor de la expansión aún condicionado por la resistencia aborígen.


Son de este período los conflictos con los charrúas (1701-1738) y con los chaqueños (1708-1739).El nombre Corrientes se comenzó a utilizar alrededor de 1814. 



Escudo

Cuando Juan Torres de Vera y Aragón fundó la ciudad de Vera de las Siete Corrientes, le dio su escudo familiar. Estaba formado por un águila de alas abiertas y un campo único en cuyo interior se escalonaban torres. Donde prevalecía una inscripción que decía "Veritas Vinci". Con el tiempo se modificó el nombre de la ciudad denominándose San Juan de Vera de las Siete Corrientes y también se adoptó un nuevo escudo. Este cuenta con la mención del Milagro de la Cruz que llegó hasta el siglo XVIII. En 1821 el Congreso Constituyente resuelve mantener en Milagro de la Cruz y suprimir las Torres y el águila del escudo familiar aragonés. Este nuevo escudo sufre varias modificaciones a lo largo de los años. Con posterioridad al 1900 el escudo se comenzó a representar con un campo dividido en dos partes iguales: el superior de azul y el inferior de plata. Una cruz latina rodeada de llamas en la base conmemora el Milagro de la Cruz. Siete puntas o lenguas de tierra rodean a la cruz incombustible, cuatro a la derecha y tres a la izquierda, rememorando las siete corrientes que forma el río Paraná en el lugar de la fundación de la ciudad. Dos brazos desnudos se elevan de los flancos y sus manos entrelazadas sostienen una pica representando la unión fraternal del pueblo de Corrientes. El gorro frigio de gules, enarbolado en el extremo superior de la pica e inclinado hacia la derecha está emplazado en jefe.

En la parte superior del escudo un sol heráldico

representado por rayos flamígeros

son un homenaje

a las razas aborígenes de América que adoraban este astro.

El campo del escudo está orlado por guirnaldas de laurel

cuyas ramas se entrecruzan en la parte inferior

donde las ata un lazo de cinta celeste y blanca. 


  El laurel era en la antigüedad símbolo de triunfo militar y gloria.

El gorro frigio era distintivo de los esclavos restituidos a la libertad.

El Milagro de la Cruz, según cuenta la leyenda,

se produjo en un fuerte primitivo

cercano a la costa que fue asaltado por los Guaraníes.

Cuando estaba por caer el fuerte,

un fuerte rayo benefactor produjo un gran incendio

del cual sólo se salvó la cruz de madera,

que se conmemora piadosamente en los días de la fundación de la ciudad.

 

 

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