EL JUEGO DE LAS BOLITAS
EL JUEGO DE LAS BOLITAS.
Otro de los juegos que practicábamos con mucho gusto en nuestra infancia, era el de las bolitas; en particular lo hacía con los amigos del barrio que ustedes ya conocen, en las veredas de nuestras calles que no estaban pavimentadas ni embaldosadas, en los patios de nuestras casas o en el patio de la escuela. Simplemente bastaba con tener una modesta provisión de bolitas, que en su forma más común estaban hechas de cemento y coloreadas con pintura calcárea, y las más sofisticadas, llamadas pampitas, eran de vidrio o material similar, transparentes y multicolores; también existían las pampitas japonesas, similares a las anteriores, pero de menor tamaño. Y no faltaban los “aceros”, que eran bolillas de acero de distintos tamaños, recuperadas de rulemanes descartados. Una bolita de éstas, de tamaño mayor que todas las demás, la llamábamos “bochón”, el cual era particularmente temido por los propietarios de las pampitas, porque un certero tiro, podía destruirlas o en el mejor de los casos, estropearlas considerablemente.
La cancha para el juego, se improvisaba donde hubiese un terreno libre de gramilla, y lo suficientemente liso para facilitarlo. En ese piso de tierra, se marcaba una línea, que era la que señalaba la posición de los jugadores, para iniciar el juego; la zona podía tener de 4 a 5 metros de longitud, un ancho algo menor, pero dependiendo de la modalidad del juego, también eran parte del campo reglamentario, el sitio aledaño que la rodeaba, no importa si contenía accidentes naturales como pozos, yuyos u otro contingente que hacía más difícil el esparcimiento. No recuerdo exactamente los reglamentos, pero sí dos variantes que practicábamos, y que consistían más o menos en lo que trato de detallar.
A una la llamábamos “el juego de la troya”, en el cual se marcaba en el piso, a una distancia aceptable, un cuadrado de pocos centímetros, en cuyos lados los jugadores, colocaban al menos un par de bolitas cada uno. Posicionados en el lugar de la troya, a mano tratábamos de arrimar la bolita que nos servía de “punto”, a la línea de partida del juego; no había condiciones o reglas de cómo se arrojaba la bolita en este arrime inicial. Quién más cerca de la línea de partida, ponía su bolita, tendría el privilegio de iniciar el juego; otra variante para ser el primero era tocar con nuestro tiro, la bolita de quien había jugado el arrime con anterioridad. Ya en marcha la jugada, parados detrás de esa línea de partida, se arrojaba la bolita en dirección a la troya, por turnos establecidos de la manera contada anteriormente, tratando de arrimar lo más posible nuestro punto al cuadrado que contenía las bolitas, o en el caso más afortunado, golpear alguna de ellas, sacándolas de la troya, ya que en eso consistía fundamentalmente el juego, porque bolita que sacábamos de la troya, era ya parte de nuestra ganancia. En la evolución del juego, ya los tiros por turno se sucedían con la variante de hacerlos obligatoriamente impulsando la bolita contenida entre los dedos pulgar e índice. El jugador de turno, podía elegir entre probar suerte tratando de sacar bolitas de la troya, o directamente en golpear a la bolita del adversario, en cuyo caso se quedaba con las bolitas que permanecían dentro de los límites del cuadrado dibujado. Otra cosa que podía pasar, era que en un tiro fallido, tu “punto” quedara encerrado en la “troya”, en cuyo caso te “quedabas seco”, e irremisiblemente todas las bolitas iban al bolsillo del contrario.
Así como en el truco, existían unas picardías, con voces cantadas, que se convenían antes de comenzar el juego, si serían de aplicación o no. Estas voces, valían para el primero que las decía, y consistían por ejemplo en: “último”, significaba para quien cantó, el derecho a efectuar en último lugar el tiro de arrime a la raya de partida, con las ventajas sobre los contrincantes, de conocer ya las posiciones o de poder acertar a “ticar” el “punto” del antagonista; “quiero mano baja” o “quiero mano alta”, indicaba para el que era favorecido por ese canto, o perjudicado si la voz ganadora era de quién no tenía la mano, pero veía peligrar su juego, que obligatoriamente debía lanzar su bolita, con la mano apoyada al piso (mano baja) o en su defecto, debía hacerlo desde una altura, que coincidía con la de su mano en la posición de parado algo encorvado, pero alejada del piso. Otras voces que se cantaban, eran “sucio” o “limpio”. Éstas valían para el caso de que el punto de quien pudiera ser atacado, estaba en las afueras del terreno limpio, tapado por hojas u otro accidente. Si quien tenía la mano para jugar cantaba “limpio” antes que su contrincante diera la voz de “sucio”, ganaba el derecho de despejar el terreno, limpiando las malezas que podían interrumpir la trayectoria de su tiro.
La segunda variante, era la del juego del “hoyo”; similar cancha a la descripta, similares voces permitidas, con la diferencia de que en lugar de dibujarse el cuadrado (troya), en su lugar se hacía un hoyito, de unos tres centímetros de diámetro e igual profundidad. Se convenía la cantidad de bolitas que se ponían en juego, siendo implícito que se aceptaban equivalencias como que una pampita podía valer dos de las bolitas comunes. El arrime a la línea de partida era el mismo para el juego que ya describí, y el trámite a seguir era, poner nuestro punto en el hoyo, y “ticar” el punto del adversario, pudiéndose hacer cualquiera de las dos cosas en un primer o segundo momento, ganando quien logra completar este objetivo. Recuerdo haber jugado a las bolitas, con mi papá, y también con mis hijos; con los compañeros del barrio y de la escuela
¿Qué es intranscendente este juego y por demás ocioso dedicar tiempo a comentar sobre él? Eso está a criterio de cada uno, y yo lo hago en memoria de mis amigos de la infancia, pero quiero mostrarles la importancia nacional que tuvo no hace mucho tiempo, transcribiendo el siguiente proyecto presentado por un honorable Diputado de la Nación.
Proyecto de declaración
La Cámara de Diputados de la Nación
DECLARA: Que vería con agrado que la Honorable Cámara de Diputados de la Nación declarara de interés legislativo la realización del II Campeonato Nacional juntamente con el I Campeonato Sudamericano de Bolitas para niños y adultos de ambos sexos, a celebrarse del 23 al 26 de noviembre de 2000 en la ciudad de Santa Fe.
Julio A. Tejerina
FUNDAMENTOS
Señor presidente: |
La bolita, tradicional juego infantil en nuestro país, ha cobrado un verdadero auge entre niños y adultos al punto tal que existen numerosas organizaciones que nuclean a sus adeptos y que ha llevado a organizar torneos locales, regionales y más recientemente un campeonato nacional.Ahora, la Asociación para Campeonatos de Bolitas Argentinas (ACBA), institución sin fines de lucro y con personería jurídica, ha organizado el Segundo Campeonato Nacional juntamente con el Primer Campeonato Sudamericano tanto para chicos como para adultos de ambos sexos.
A tal evento han sido invitados representaciones de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay y Chile, lo que demuestra que la pasión por “las bolitas” trasciende la geografía de nuestro país.
El evento tendrá lugar los días 23, 24, 25 y 26 de noviembre del corriente año en el Centro de Convenciones y Predio Ferial Dr. Agustín Zapata Gollan de la ciudad de Santa Fe.
La importancia que esta simpática disciplina ha adquirido entre los niños, jóvenes y adultos de nuestro país y su relevancia en el resto de Sudamérica conlleva a que los representantes del pueblo veamos con agrado la realización de estas justas declarando de interés legislativo la realización de este campeonato nacional e internacional.
Julio A. Tejerina
Es bueno recordar, que en Argentina no estábamos pasando un buen momento por esa época del año 2000. La sociedad entera era afectada por una crisis financiera muy importante. Teníamos como ministro de Economía a Domingo Cavallo, y como presidente a Fernando de la Rúa, que renuncia y huye de la casa de Gobierno el 20 de Diciembre, provocando una de las crisis institucionales más graves, desde la instauración de la democracia. De todos modos, en Diputados había tiempo para el juego de las bolitas.
“Las bolitas”, que nada tienen que ver con el apéndice genital masculino que recibe también otras denominaciones mucho más groseras. Tampoco tiene que ver, con los juegos de nuestros niños de hoy. Un chico de cinco años, en su computadora, mediante un elaborado programa y sofisticados recursos puede jugar a “matar”. Matar animales, o gente. Soldados o civiles. Y suma puntos, cuanta más gente o animales asesine. Y gana poder, mejorando su armamento, cuando más certeramente destruye focos importantes de soldados. Matar animales, a veces requiere una habilidad en el manejo del cuchillo, mouse mediante; los hay incluso, que enseñan a matar gente por la calle atropellándola con autos, subiéndose a las veredas; hay algún juego dando vuelta, donde se matan negros, indios, e incluso donde el jugador es un “nazi” que suma puntos suprimiendo judíos.
HOMERO ALCIBIADES RACETO
Comentarios(2)
- gianna 09-10-2008 - 03:08:03 GMT 3
soy maestra de educación inicial y fue muy provechoso el leer el texto, no sólo por los términos utilizados en dicho juego,sino también por la carga emotiva que implica el mismo, siendo este un juego tradicional, muchas gracias y sirvió mucho para mi proyecto de clase llamado "Juegos de ahora y de siempre"
- Juan 17-12-2008 - 06:44:48 GMT 3
Felicitaciones hermano. Ya compre las bolas, felizmente en mi mercado aun las venden. jugare con mi hijo mañana mismo.
Abrazos
y suerte