LA METAMORFOSIS DE JACINTO

 

raulcelsoar 10/09/2008 @ 04:15
 

LA METAMORFOSIS DE JACINTO

 

INTENTO FALLIDO DE PLAGIO A KAFKA

 

Me había dormido con la lectura de “La Metamorfosis” de Franz Kafka, luego de un día muy agitado, que pudo con mi resistencia física y mental.


Desperté lentamente, notando que estaba avanzada la mañana, porque la luz atravesaba el cortinado de mi habitación. Permanecía encendida la luz del velador en la mesita contigua a la cama, lo que indicaba que evidentemente me quedé dormido sin darme cuenta, y confirmaba esto, el librito caído en el suelo.


Una extraña sensación experimenté con mi lengua, la que pude ver alargada y bifurcada, y con movimientos erráticos fuera de mi boca. Mi visión era más nítida que de costumbre, pero sin embargo pensé en llevarme las manos a los ojos, para acondicionarlos a ese raro despertar. Me sobresalté al comprobar que no tenía brazos ni manos, e irguiendo mi cabeza tuve un panorama estremecedor de lo que estaba pasando. Mi ropa de dormir reposaba vacía de mi cuerpo, en forma bastante ordenada sobre la cama, y yo estaba arrollado a su lado, convertido en una serpiente, de color verdoso oscuro, con artísticas figuras en la piel escamosa.


Instintivamente me dejé caer de la cama, para esconderme bajo ella, comprobando la plasticidad de mis músculos, y la capacidad de movimientos que tenía; el piso cerámico áspero, me permitía moverme con facilidad, y me aquieté en un rincón, para estudiar la situación que se me presentaba.


Noté que mi vientre era de un color más claro, y estirándome calculé mi longitud, aceptando que coincidía con mi metro setenta de estatura; tenía un grosor importante y sospeché que mi aspecto debía ser de pánico para quien lograra verme.


Me sorprendí de mi actitud de aceptar rápidamente esta mutación que se había producido en mi cuerpo, ya que fueron breves mis especulaciones acerca de si me estaría ocurriendo esto realmente o si se trataba de un sueño, o una alucinación influenciada por mi lectura de la víspera.


Me deslicé con cuidado por debajo del mueble principal de la habitación, que consistía en un guardarropa antiguo. Escuché el chirriar de los herrajes de la puerta al ser empujada por la señora del servicio doméstico, que entraba para hacer la limpieza cuando yo  me marchaba hacia el trabajo, como lo hacía todos los días. Podía ver como se movía de un lado a otro de la habitación, así que calculando distancias y tiempos, silenciosamente traspase la puerta que estaba entreabierta, y me arrastré por el césped bien cortado del jardín, hasta llegar al fondo del patio, que no estaba tan bien cuidado, y más bien se había transformado en un depósito de basura, ramas y escombros entremezclados, y todo rodeado de una frondosa vegetación.


Anduve de aquí para allá, mimetizándome en este ambiente en el que me iba sintiendo cómodo, y avancé hasta lo que creí eran los fondos del terreno. Pero entonces todo el paisaje ya familiar de todos los días, se vio trocado por uno nuevo a mis experiencias, y que me llenó de curiosidad y porqué no decirlo de mucho temor.


Frente a mi posición algo enrollada, divisaba ahora un paisaje cubierto de una tenue neblina, que por momentos se disipaba algo, para volver a espesarse inmediatamente. Los rayos del sol matinal herían mis ojos y atiné a guarecerme tras un tronco roído por alimañas, apoyando mi cabeza sobre él, para tener una visión del panorama que se me presentaba.


Se erguía un árbol, que por sus frutos pronto deduje se trataba de un manzano... en efecto, era imponente, y colgaban de él sus frutos, algunos de color limón, y otros dorados con matices rojizos... Un rostro de mujer se asomó entonces, y casi al mismo momento uno de hombre... ambos me miraban fijamente, con sorpresa y con furia... pasaron unos instantes de quietud, cuando me percaté que dos niños aparecían de atrás del árbol y ocupaban posiciones entre los adultos, mirándome también con curiosidad, y adivinaba que con sus gestos hacían preguntas al hombre, sobre lo que estaban viendo.


Mi parte humana entonces comenzó a deducir que se trataba del teatro de operaciones del Génesis, ya por cierto ocurrido el pecado, por el aspecto deplorable de los personajes, que en nada coincidían con las pinturas medievales y menos con las renacentistas. En efecto, Eva se veía desgreñada y mugrienta, mientras sus cabellos cubrían desprolijamente sus flácidos senos, y un taparrabos de pieles ocultaban desde su cintura hasta mitad de sus muslos; Adán presentaba músculos forjados por duros trabajos seguramente, y su atuendo era muy similar al de la mujer; los niños eran diferentes el uno al otro; seguramente el que respondía al nombre de Abel, era el de caracteres más serenos y mirada más límpida, mientras que Caín tenía una mirada rencorosa y el color de su piel era evidentemente más oscuro que el del resto de los personajes.


Recordé entonces la sentencia bíblica: “3:14 Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.


3:15 Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”


La mujer tenía en su mano una caña amenazante, mientras que el hombre se apoyaba en un impresionante garrote, y por la actitud de ambos me moví un poco al resguardo del tronco, ya que se mostraban bastante hostiles.


Mi instinto animal me distrajo de la atención de este cuadro, por la aparición a un palmo de mis narices, de una rata de tamaño apetitoso para mi desayuno, que ante su presencia se volvió en una necesidad inevitable.


Así que calculé la distancia, y di el golpe fortuito, atrapando en mis fauces al asustado roedor, a quien escuché chillar; pero casi al mismo instante, todo se nubló a mi alrededor, sintiendo el profundo dolor de un garrotazo, que al repetirse me hizo perder completamente el sentido.

 

LA METAMORFOSIS DE JACINTO

 

Este fue el relato de Jacinto, cuando lo visité esa tarde en el hospital, inmediatamente después que me avisaran de su internación. Lucía un cuello ortopédico, y un vendaje que cubría todo su torso, aparte de distintos magullones en sus extremidades. Tendido en su cama me relató lo sucedido, que traté de transcribir con sus exactas palabras.


El médico que lo atendió me dijo que lo trajeron alrededor del mediodía, en estado de inconciencia, recibiendo pronto los primeros auxilios, para practicársele luego estudios radiográficos, que determinaron la existencia de un par de costillas rotas, un fuerte traumatismo en la base del cráneo y diversas heridas, pero que su estado general era aceptable y estaba fuera de peligro.


Pude charlar con el guardia policial, que hacía su trabajo en la puerta de la sala; algo reticente para brindarme información, finalmente me dio algunos datos, que me desconcertaron; me dijo que con motivo de un llamado telefónico, se presentó la policía en el domicilio de Jacinto, y que llegando a los fondos de su casa, lo encontraron inconsciente, completamente sucio y magullado; descartaron una caída desde la tapia o algunos de los árboles, porque su cuerpo, completamente desprovisto de ropas, estaba tapado de escombros y ramas secas; me dijo también que habiendo revisado cuidadosamente el lugar, no encontraron ninguno de los objetos contundentes que buscaban y que lo único que les llamó la atención, fue el hallazgo de una gran piel de serpiente, dejada por algún ofidio al mudarla, pero que en definitiva tampoco encontraron al animal.


No quise abrumar con preguntas a Jacinto, ni mencioné nada de lo que se me había contado, así que deseándole una pronta recuperación y prometiendo volver pronto, me ocupé de verificar que sea bien atendido y me despedí del lugar.

 

HOMERO ALCIBIADES RACETO

 

  HOMERO ALCIBIADES RACETO  LITERATURA  AVELLANEDA