SANTA FE SE MUDA
Santa Fe se muda.
Desde el día de la fundación, se había dejado abierta la posibilidad de trasladar la ciudad a un lugar conveniente.
Con el paso de los años, muchos motivos hacían necesario el traslado de la ciudad. Los ataques indígenas eran permanentes y la geografía de la zona - con esteros, bañados y pajonales- dificultaban la defensa.
Las frecuentes crecientes del río provocaban el derrumbe de las edificaciones y arruinaban la tierra para la siembra y cría del ganado. La ciudad quedaba convertida en un pantano durante varios meses. La ubicación era muy desfavorable para el tránsito de carreteras que debían hacer doce leguas más de camino, pasar el caudaloso río Salado y muchos pantanos para llegar a la ciudad.
Numerosas actas del cabildo, que guardan los museos y archivos santafesinos, nos cuentan la preocupación de los gobernantes por estos problemas y la voluntad de buscar un sitio más apropiado.
Después de mucho buscar y después de conseguir los permisos correspondientes, el traslado quedó decidido. El lugar elegido fue el rincón de la Estancia de Juan Lencina, a orillas del Paraná.
El desplazamiento comenzó muy lentamente en 1651 y se completó recién diez años más tarde. Era muy difícil y sacrificado llevar una ciudad de un sitio a otro por aquellos tiempos.
En 1660, la ciudad cobraba nueva vida en su actual emplazamiento. La traza se mantuvo igual al plano que había dibujado Juan de Garay cien años antes.
A cada vecino se le otorgó la misma cantidad de tierras que se le había dado en la primitiva ciudad de manera que ninguno fue perjudicado en sus derechos.
Es en este momento cuando nace el nombre de Santa Fe de la Vera Cruz para la nueva ciudad. El antiguo asentamiento conservó un nombre cargado de nostálgias y memoria: Santa Fe...La Vieja.
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