FELIX LUNA

 

FELIX LUNA

"Es respetable la aspiración de que la gente sepa historia"
Félix Luna habló con El Litoral acerca de cómo divulgar el conocimiento histórico. Conversamos en su despacho. Se trata de un viejo y noble edificio en donde abundan las plantas y las flores. Félix Luna no necesita demasiadas presentaciones. Sus libros de historia se han leído y se siguen leyendo. La relación entre conocimiento histórico y divulgación es un tema que sigue despertando la preocupación de los historiadores.

Por Rogelio Alaniz

-Se considera que su rol como historiador es el de divulgador. ¿Cómo estima usted esta función suya, la de publicar libros que llegan al gran público?

-Mi gran preocupación ha sido la de escribir libros que puedan ser de lectura agradable sin que ello vaya en desmedro de la calidad. Pero el afán de divulgar no sólo se ha expresado a través de los libros, también he hablado de historia, siempre motivado por el deseo de llegar al gran público. Es que no concibo la función del historiador apartado de ese objetivo de llegar con su saber a amplios sectores; lo demás me parece que es masturbación.

-Admita que el trabajo erudito es necesario. El conocimiento histórico se construye sin prestar atención a lo que le guste o no al llamado gran público.

-El trabajo erudito es muy respetable, pero también lo es la aspiración de que la gente sepa historia. Es necesario que el hombre común conozca el desarrollo de los procesos históricos y, para ello, es necesaria una escritura adecuada. Yo creo que al discurso histórico hay que hacerlo en sintonía con el medio que se usa. A mi criterio, divulgar es una tarea mucho más exigente que investigar. No desmerezco la tarea de los investigadores; pero un buen divulgador es alguien que investiga, estudia y, además, escribe de manera amena, agradable esforzándose por presentar los problemas más complejos de manera sencilla, sin que ello signifique alterar la verdad o reducirla a una caricatura.

-Un historiador como José Luis Romero, por ejemplo, ¿fue un erudito o un investigador?

-Romero fue un gran historiador, uno de los mejores de la Argentina. Creo que efectivamente se preocupó por divulgar la historia, pero me daría la impresión de que no se preocupó demasiado,

-¿Y qué me dice de los libros publicados por el señor Lanata?

-Yo diría que Lanata no hace historia; lo suyo es un ensayo.

-Le recuerdo que ensayistas eran, por ejemplo, Ortega y Gasset o Ezequiel Martínez Estrada. ¿No le parece que a Lanata esos ejemplos le quedan demasiados grandes?

-Es probable. Yo creo que Lanata se propone grandes objetivos, aunque no creo que logre cumplirlos. Es ambicioso, pero no sé si está a la altura de sus ambiciones.

-Y de Pigna, ¿qué me dice?

-A diferencia de Lanata, Pigna es historiador; en ese sentido, es mucho más serio, pero no creo que su libro aporte nada importante. De todos modos, no me interesa hablar bien o mal de otros hombres que publican libros de historia. No me parece que sea de buen gusto. Que en todo caso sea el público el que juzgue una obra.

-Me interesaría conocer su opinión sobre Tulio Halperín Donghi.

-Es un gran historiador, uno de los grandes historiadores de la Argentina. Lo que sí creo es que sus textos son de lectura muy pesada. Dicho con todo respeto, yo diría que, desde ese punto de vista, es la antidivulgación.

-Estimo que la prosa de Halperín es compleja, pero esa complejidad es el producto de un pensamiento complejo.

-Es probable, pero reconozca que es muy difícil que un hombre de la calle pueda leer algunos de sus libros. Yo diría que Donghi escribe para historiadores y respeto mucho esa producción intelectual, aunque insisto en la necesidad de escribir para el gran público.

-También se dice que las oscuridades de la prosa de Halperín se deben a que escribe en inglés y español.

-Puede ser, también se dice que a su prosa la echó a perder la computadora.

-Sin embargo, sus libros más clásicos Revolución o guerra o Una nación para el desierto argentino fueron escritos antes de las computadoras...

-Es cierto, por lo que hay que concluir, entonces, que él es responsable de su prosa... Pero, más allá de esa observación, lo que importa destacar es que estamos hablando de uno de los grandes historiadores del país.

-Habitualmente se dice que la historia es una maestra de la vida, que los que saben historia disponen de un saber especial que les permite ubicarse en una posición privilegiada con relación a la realidad.

-Yo no creo que la historia sea una maestra de la vida. Ésas son ilusiones y fantasías que no conviene alentar. Saber historia es importante, pero los que sabemos historia no somos maestros de vida, pensar eso sería una pedantería.

-Y entonces, ¿para qué sirve saber historia?

-Sirve para muchas cosas, pero no hay que exagerar. Saber historia permite saber dónde estamos parados. Yo creo que no se puede ser un buen político si no se tiene una adecuada conciencia histórica. Esto no lo digo yo, lo decía Charles De Gaulle.

-Hablando de política, ¿qué relación se puede establecer entre la historia y la política?

-Es una relación difícil que no se debe rehuir. La política trabaja en el tiempo presente, la historia pretende establecer una relación con el pasado. Yo creo que no es bueno que la historia se someta o se subordine a los intereses políticos de la coyuntura, pero tampoco es deseable que un historiador se jacte de su ignorancia política o de su desinterés acerca de la política.

-¿Cuál es su identidad política?

-Básicamente, yo me definiría como radical. Ésa ha sido mi tradición y siempre me he sentido identificado con ella. Soy un radical sin militancia partidaria, un radical que no ha prestado demasiado atención a las cuestiones orgánicas partidarias. Pero si alguna identificación política tengo, ésa es la que me otorga el radicalismo.

-Sin embargo, alguna vez usted estuvo identificado con Frondizi.

-Es cierto, y le digo, además, que ha sido uno de los políticos nacionales que más he respetado.

-He leído hace años el libro Conversaciones con Frondizi. Creo que sigue siendo un texto interesante.

-Es que Frondizi era un hombre interesante, un político singular que, más allá de errores y aciertos, merece ser rescatado históricamente.

-Podría decirse que usted fue más frondicista que midista...

-Lo que podría decirse es que yo tuve muy buenas relaciones políticas con Frondizi y no así con Frigerio...

-También fue muy comentado en su momento el libro acerca de Perón...

-Ese libro tuvo muy buena acogida. Probablemente, fue publicado en un momento oportuno y, en lo personal, a mí me permitió saldar algunas cuestiones con un personaje tan controvertido y apasionante como Perón.

-Continuando con su filiación de historiador, ¿qué evaluación hace de sus biografías de Yrigoyen y Alvear?

-Son libros escritos hace mucho tiempo. Tengo con ellos una particular relación afectiva, pero son libros escritos por alguien que se sentía muy radical y mantenía con estos dirigentes una relación muy especial. Yo creo que, de alguna manera, estos libros me ayudaron a descubrir mi pasión por la historia. Pero, concretamente, mi oficio de historiador vino luego, con libros tales como el de los caudillos o la investigación acerca de lo sucedido en 1945...

-Los historiadores profesionales consideran que ése es su mejor libro...

-Lo que sé es que trabajé mucho, que le dediqué mucho tiempo y, modestamente, estimo que contribuí con algunos aportes al esclarecimiento de un año tan decisivo en lo histórico.

-El libro sobre Roca ha tenido muy buena acogida en el público, pero no sé si a los historiadores profesionales les ha gustado.

-Con ese libro intenté hacer una experiencia a partir de poner en un primer plano la voz de Roca. Está claro que ésa fue una operación literaria que a mí me permitió escribir desde un punto de vista. No vaya a creer que trabajar de ese modo fue una ocurrencia mía; en Europa y en Estados Unidos, muchos historiadores se permitieron este tipo de ficción para mejorar su perspectiva y su capacidad de expresión.

-Muchos historiadores que aceptan algunos de sus libros y critican otros le reconocen, sin embargo, que escribe muy bien y que su formación intelectual es muy amplia.

-Me halaga que se piense así. Siempre me he preocupado por cultivar el intelecto y por mejorar el estilo literario. Creo que un historiador debe ser alguien a quien nada de lo humano le debería ser ajeno, como sentencia el célebre aforismo. La calidad expresiva creo que es decisiva para un historiador y para cualquier persona que pretenda escribir.

-Debo admitir que su escritura es buena. Tiene un estilo ameno, sostenido, armonioso. ¿Qué escritores lo han influenciado?

-Son muchos. Creo que no se puede escribir bien si no se es, al mismo tiempo, un lector. Respondiendo a su pregunta, diría que, en primer lugar, me han influenciado los clásicos: Shakespeare, Dante, los griegos... Los autores españoles me interesan mucho: Azorín, Baroja, Del Valle Inclán, Ramón Gómez de la Serna, Benito Pérez Galdós, Unamuno, Ortega y Gasset... Cervantes, Góngora, Lope de Vega, Quevedo... Son muchos...

-¿Y de los argentinos?

-Diría que las grandes plumas siempre me han interesado: Sarmiento, Mansilla, Cané...


-¿Jorge Luis Borges?

-Por supuesto... Pero con Borges hay un peligro... hay que leerlo con precaución porque su influencia es muy contagiosa.

-Hablando de literatura, veo que su obra también se ha extendido a la poesía y la novela.

-Es cierto. Hay algunos temas sobre los que me interesó escribir: el poema a Alfonsina Storni, aquella canción que se llama "Zamba a usted"...

-Nos falta hablar de los revisionistas. ¿Qué piensa de ellos?

-Creo que en su momento han hecho algún aporte, pero hoy han perdido actualidad.

-¿Y Julio Irazusta?

-Es diferente; de Irazusta, yo diría que es un clásico, pero el problema de muchos revisionistas fue que quedaron muy sometidos a las políticas de coyuntura. Es lo que pasó, por ejemplo, con José María Rosa... Lo que ocurre es que la historia tiene una dignidad propia y a esa dignidad no se la puede sacrificar en nombre del azar de los hechos políticos.

Rogelio Alaniz

ralaniz@litoral.com.ar