Noam Chomsky

 


Noam Chomsky ha demostrado una vez más que es hoy la gran referencia intelectual para la diversidad de movimientos que impugnan el proceso de globalización económica. El linguista norteamericano, que ha pasado a convertirse en un crítico, un ideólogo para las corrientes de izquierda, es aplaudido y seguido con extrema atención por grupos que van desde las Madres de la Plaza de Mayo, el movimiento étnico de unidad negra, organizaciones de extrema izquierda, piqueteros argentinos, algunos anarquistas -por cierto-, pacifistas, activistas del Movimiento de Trabajadores sin Tierra (MST), simpatizantes de Lula, feministas y agricultores de la Vía campesina, entre un espectro de abismal amplitud y diversidad.


El antiguo profesor de lingüística, como muchos otros intelectuales y activistas que han participado en el Tercer Foro Social Mundial (FSM) de Porto Alegre, en Brasil, expresa su entusiasmo por el rebrote de los movimientos sociales en todo el mundo. En un ambiente similar al de los años sesenta, la efervescencia social hoy tiene, para estos observadores, una nueva oportunidad de modificar el rumbo del capitalismo. Para Chomsky, aun cuando el panorama es complejo y lleno de grandes amenazas -nada más palmario que la inminente guerra en Irak- tiene como contraparte una renovada esperanza. “ Hay muchas razones para sentirnos llenos de esperanzas, pero hay también un camino largo y duro que enfrentar”, dijo ayer el profesor de 74 años ante un estadio atiborrado de más de 20 mil seguidores.

 

Chomsky rechaza entrar en análisis complejos o lingüísticos de la actual realidad política y social. Las cosas, dice, son tan evidentes, que cualquier persona con una mínimo de información puede verlas. La crisis del capitalismo es muy clara y quedó demostrada a comienzos de esta semana en la “montaña mágica de Davos “ (como dijo en Suiza, en referencia a la novela de Thoman Mann, el presidente de Brasil Lula da Silva). “Un ambiente de desencanto, una percepción sombría respecto al futuro. El capitalismo no halla salidas en estos momentos”, piensa Chomnsky, “lo que tiene por delante es un panorama desolado, con perspectivas de expansión cada vez más limitadas”.

 

La otra cara del capitalismo la está exhibiendo de manera brutal el gobierno de George W. Bush. El pensador norteamericano ve como una amenaza mundial las acciones de esta administración, acciones que buscan tomar por la fuerza el control del mundo, un proceso apuntalado por una gran maquinaria de propaganda que, en estos momentos, pretende justificar la invasión a Irak o la entrega de pertrechos militares a Colombia (país que tiene la mitad de las ramas que existen hoy en América Latina). 

 

El discurso de Chomsky, así como el de los actuales pensadores de la crítica a la globalización, no se diferencia, en mucho, de aquel relato expandido por la corriente contracultural de los sesentas, como tampoco de aquel desplegado por la izquierda en gran parte del siglo XX. La gran diferencia estriba en el recelo total y profundo hacia las estructuras clásicas de los partidos políticos (que llevaron a situaciones como la de la Unión Soviética o a la generalizada corrupción política e ideológica percibida en la gran mayoría de los gobiernos actuales) y en las condiciones favorables que hoy encuentran los movimientos sociales. La última oportunidad que ha tenido el capitalismo para exhibir todas sus potencialidades ha sido su mayor desprestigio. Diez años de globalización desatada bastaron para que dejara devastadores efectos sociales y ambientales.
 

Aun con las claras amenazas, Chomsky tiene motivos para exhibir su optimismo. De partida, pese al gobierno de Bush, observa que las masivas manifestaciones de ciudadanos norteamericanos en contra de la guerra -eventos que no ocurrían desde los años de Vietnam- son un indicador de la creciente oposición de esta sociedad a la política de Bush. Un rechazo que si bien no se expresa de forma tan clara en las encuestas de opinión, sí es evidente entre los sectores intelectuales y otros con influencia y capacidad de convocatoria. Y si ello sucede en Estados Unidos, lo hace con mayor fuerza en todos los rincones del planeta. En Canadá, cita Chomsky, un tercio de la población estima que la gran amenaza para el mundo no es ni Al Qaeda ni Sadam Husseim, sino el gobierno de Bush, en tanto encuestas similares realizadas en el Reino Unido e Italia señalan que el 80 por ciento de la población se opone a la guerra.

 

Chomsky pone el caso de la fuerte represión realizada por los militares en América Latina. Este proceso, explica el pensador, “no volverá a repetirse. Desde entonces las distintas ONGs en el mundo y en Estados Unidos han generado un efecto civilizatorio hacia la opinión pública, por lo cual hoy los gobiernos no se arriesgan a realizar aquellas acciones. La sanción de la ciudadanía no es algo menor”. Es por eso, dice, que el gobierno de Estados Unidos ha desarrollado esta extensa campaña de propaganda para intentar justificar su próxima incursión en Irak.

 

La política militar de Estados Unidos está reservada para algunas excepciones, como Irak o el caso colombiano. En el resto del globo la herramienta es la económica, las estrategias neoliberales bien reforzadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, las que le han otorgado a las grandes corporaciones el dominio del planeta con un control total sobre los gobiernos y los ciudadanos. Este hecho es otra gran diferencia respecto a los años ochenta, que evitaría también las sangrientas intervenciones de militares latinoamericanos entrenados en las Escuela de las Américas.

 

“Hoy, existe la posibilidad que países como Brasil (también Venezuela y Ecuador) desafíen el orden financiero establecido”, dice el conspicuo pensador. “Lo que haga América Latina será muy importante. En Estados Unidos están muy preocupados por lo que pasa en Brasil y Argentina y están también inquietos por las manifestaciones mundiales, cada día más frecuentes y masivas, en contra del dominio imperial”.

 

“Ha sido muy interesante observar la interacción entre en World Economic Forum de Davos y el FSM de Porto Alegre. Mientras en Davos se percibe desilusión y confusión, en Brasil hay entusiamo. Crece el FSM y decrece en importancia Davos. Oscurecen los masters of the universe y surgen los que se han llamado los excluídos del planeta”.