EDUCACIÓN Y CULTURA
ARGENTINA
Historia
Educación y Cultura
La educación y la inmigración se constituyeron en factores de cambio político y, socioeconómico, y en cierta medida cultural.
La lectura de los valores no es por fin, indiferente, porque si habían sido nombrados en el preámbulo de la Constitución, catecismo laico de la época, serán reinterpretados a través de la secularización cultural, de la mentalidad evolucionista y de la ideología del progreso.
Hay un paso decisivo entre el romanticismo que penetró al patriciado y el positivismo de esa nueva oligarquía, perseverante y cerrada hasta producir una explotación política práctica de la ideología que exponían insustituible par el "progreso argentino"
En la literatura y prensa de la época se expresa la ideología de un amplio sector de la sociedad: su modo de entender e interpretar los cambios sociales.
Los escritores argentinos de está época tuvieron un papel muy destacado en estos años; no se remitieron al ámbito cultural sino que, atrapados por la pasión y el interés de la cosa pública, su influencia alcanzó la actividad política.
Así es como, también, desempeñaron simultáneamente un papel de políticos y de escritores interesados no sólo en la creación de un público suficientemente capacitado para valorar sus esfuerzos literarios sino también en ejercer una vigilancia crítica generalizada sobre todas las etapas del proceso nacional. Por eso es que la literatura de la generación del ’80 proporciona una materia prima tan interesante.
Los comentarios referidos a los inmigrantes están intrínsecamente dotados de una gran carga ideológica. Esto se debe a que los intereses de los inmigrantes llegados a nuestro país en los años en cuestión, la mayoría de las veces entraron e pugna con los escritores son de la generación del 80.
El recorrido social de las ideas y las ideologías va a ser canalizado por hombres en su mayoría pragmáticos en términos políticos, sociales y económicos, y por el surgimiento de una opinión pública a la hechura de los "notables" . La profunda reforma ideológica en torno de las reformas laicas atrapará a protagonistas significativos que sobreviven a sus propias diferencias, como Sarmiento, Alberdi y Mitre. La batalla estaba ganada, por entonces por un laicismo que era idea corriente y que había penetrado la corriente de ideas. Los reformadores aparecen como liberales innovadores, y sus contradictorios como liberales reaccionarios en el nuevo clima ideológico del ’80. Y esa contradicción, más aparente que real, sería bien explotada por los paladines de la buena ley de 1420 y del movimiento secularizador que venía de la mano de la modernidad. Claro que cuando el movimiento laico se hace "laicista" y los modernizadores "modernistas" , la época se tiñe de resonancias europeas, particularmente francesas.
La inmigración como parte de las políticas específicas y deliberadas de los gobernantes de la época y de excedentes de mano de obra en Europa, más crisis políticas y sociales recurrentes, fue una de las claves controladas por el gobierno argentino.
La política educativa tendiente a la nacionalización cultural según las concepciones de la época en la que convergían las prédicas (entre otros temas) de Sarmiento y Alberdi y las escasas restricciones gubernamentales al comercio más la movilidad aceptada, harían el resto.
Las clases altas tradicionales y criollos actuaron en oportunidades como una suerte de alianza objetiva frente a la amenaza del inmigrante, quien venía a la conquista de un espacio social - económico y en menor medida político.
Esa conciencia de clase, o aun de casta, no es más que un aspecto manifiesto de la distribución del poder social. Para sus miembros , la oligarquía Argentina se caracteriza por su perfecta e indiscutible legitimidad. Los otros grupos sociales, particularmente los de origen inmigratorio comparten generalmente esta opinión. Nadie se le puede disputar la preeminencia a los descendientes de los fundadores de la Argentina moderna. Ella es la elite " única y natural" que condujo al país a la prosperidad y que lo reveló al mundo. Herederos de los padres fundadores, los "patricios argentinos" – como gustaban hacerse llamar – consideraban que tenían derecho de manejar el destino del país. En efecto, el inmigrante sólo era un visitante, debía saber conservar su lugar y aceptar la suerte que tuviera.
La oligarquía argentina era un grupo social modernizador. El proyecto de transformación nacional puesto en marcha a partir de 1880 se proponía introducir "la civilización europea" en el país de los querandíes y de los renqueles. Liberal y cosmopolita, la elite establecida ejercía sobre el país una dominación ilustrada. Defendía ferozmente sus privilegios, pero se apoyaba en la razón: animadora del progreso , su conservadurismo se teñía de filosofía positivista. Como escribe uno de los representantes de la "generación del 80", Miguel Cané, " la elite argentina se caracteriza por un espíritu abierto a la poderosa evolución del siglo, con fe en la ciencia y en el progreso humano" .
La prensa y la escuela son los dos conductos institucionales para esa infiltración ideológica que contribuye a moldear las mentalidades. Los dos diarios argentinos más importantes, La Nación , fundada por el general Mitre y La Prensa son instituciones nacionales hoy día centenarias. Estos órganos, propiedad de grandes familias , reflejan los intereses del grupo dominante.
La escolarización más amplia tenía que afianzar la cohesión nacional. La "canonización laica" de los héroes civiles (Rivadavia, Sarmiento, Mitre, etc.) precursores o antepasados de la oligarquía, asegura de hecho la continuidad de la evolución argentina. El dogma patriótico permite hacer compartir por todos los ciudadanos la ideología dominante.
Entendemos como ideología en términos marxistas, " como el modo en que los hombres se representan sus condiciones materiales de vida, de acuerdo a sus condiciones de producción, a una base real" . Por tanto al igual que Marx consideramos que "la división del trabajo determina también las relaciones de los individuos entre sí", por consiguiente las ideas y las representaciones de la conciencia están directamente entrelazadas con la actividad material. Así mismo vale destacar que la clase que ejerce el poder dominante en lo material, en nuestro estudio los patricios, son los que ejercen el poder espiritual dominante. Por lo tanto la ideología dominante de la Argentina de 1880 es de la clase patricia (entendiéndose como una ideología totalizante). La prensa y la Literatura de la época llevaban el sello de esta ideología.
Así reconocida por las otras categorías sociales y dotada de una legitimidad, la oligarquía puede ejercitar sin esfuerzo ni violencia una coacción que, a pesar de ser asimétrica, nadie la considera sin reciprocidad. Y gracias al contenido de una instrucción ampliamente difundida y a la prensa, el grupo dominante incluso puede "controlar a distancia" los asuntos públicos y la evolución de la sociedad, después de haber dictado su código social y su concepción de la existencia a los grupos intermedios .
Discutidos en cuanto a su nivel, comprometidos en cuanto a sus filiaciones culturales y estilos mentales, los debates ardientes que suscitó la cuestión escolar en la década del 80 es otro de los temas significativos para entender la época. La mentalidad evolucionista y la idea del progreso, tal como lo identificara Marcelo Montserrat tuvo varios cultores relevantes. La ley de 1420 evoca un rigor una mezcla desordenada de convicciones personales, de creencias vigentes en las elites gobernantes, de la obediencia complaciente hacia el poder, de la crítica sistémica de los católicos respecto a las ideologías dominantes, y de factores genuinos que hacían necesarias de una buena ley de organización y nacionalización de la enseñanza primaria. En su gestión influyeron el liberalismo y el fenómeno polivalente de la inmigración. Gravitó el laicismo, pero con él la posición crítica de la iglesia católica hacia manifestaciones expresivas de la sociedad moderna. El monopolio estatal de la enseñanza superior universitaria y el discurso ideológico de Gambetta; en 1880, la supresión de la actividad docente de órdenes y congregaciones religiosas por la acción de Jules Ferry; en 1882instrucción laica, obligatoria, en todos los grados de enseñanza; por fin la supresión legal de los institutos religiosos.
El debate está teñido por argumentos afrancesados. Pero cabe preguntarse si el clima ideológico del 80 tenía correspondencia ceñida con el clima sociológico de la Argentina acostumbrada a la influencia política y moral de los hombres de la iglesia, pero también la dependencia de la iglesia católica respecto al Estado. En la formación del Estado argentino la iglesia católica interviene como factor pre-estatal, pero la tradición regalista viene con ella. Durante la Organización Nacional la iglesia tiene el papel que le reconoce la propia constitución, pero el rosismo, los años de anarquía sucesiva y las luchas civiles la dejaron en la indigencia o tributaria de los dineros del Estado, nacional o provincial.
En la época del patriciado la escuela no era cuestión, era problema. En la década del 80 el problema educativo fue cuestión. Años después, disipado en parte por el clima sociológico más claro el perfil del positivismo pedagógico, la metodología naturalista de Francisco Berra y la prédica de Carlos Octavio Bunge o Víctor Mercante. Pero en el 80 los viejos ideales estaban en crisis, el choque de dos sociedades era patente y en el claroscuro del tiempo, "publicar un libro en Bs. As era como recitar un soneto de Petrarca en la Bolsa de Comercio", según la observación traviesa e indignada de Miguel Cané.
La querella escolar del 80 es un dato y un tema y no se explica con suficiencia sin discernir el significado de ciertas ideologías de combate, más allá de sus potencias diferentes.
La ideología laicista, en la forma que adopta en la década del 80, no era expresión inocente de la laicidad, sino una concepción del Estado y una idea de la vida y de la verdad que adoptó el tono y la forma del enemigo que combatía.
Objetivamente y fuera del contexto ideologizado de los debates, la Argentina de la inmigración necesitaba de una ley de educación común obligatoria y gratuita, con una base moral y cívica que afirmase los valores privilegiados por el país nuevo, en cambio progresista. La Ley de 1420 tuvo los méritos de esta intención y los defectos de su tiempo. Fue el resultado de debates apasionados, del tributo pagado a las luchas por la hegemonía política, de la aspiración por la nacionalización cultural y del clima ideológico de la secularización.
EL liberalismo conservador (compleja mixtura) será por entonces ideología dominante, con lo cual se quiere decir que es la ideología de justificación de un orden, de un régimen y de un tipo de sociedad, como lo fue en la década del 80.
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